En el año 2001, el entonces presidente de la república, Vicente Fox Quesada, publicó en el DOF un decreto por el que se declaró el 19 de septiembre como el Día Nacional de la Protección Civil. Como sabemos, la selección de la fecha no fue aleatoria sino más bien emblemática. Se trataba de hacer conciencia de un aspecto regulatorio de aplicación cotidiana cuya importancia es, en un sentido literal, cuestión de vida o muerte. El 19 de septiembre de 1985 había evidenciado la falta de cultura de protección civil en nuestro país, y, precisamente ese día fue elegido para concientizar a empresas y personas de la relevancia de este tema. A partir de entonces se tuvieron algunos avances, como la celebración anual de un macro-simulacro de evacuación para casos de sismos.
No obstante lo anterior, durante otros 17 años, el asunto siguió sufriendo de cierta apatía en nuestro contexto social, ya que la idea de que era necesario estar preparados para distintos tipos de contingencias no pudo permear en la inmediatez cultural. En una desafortunada coincidencia, la madre naturaleza nos dio una segunda lección en el aniversario de la catástrofe de 1985. Como si hubiera sido planeado por una renombrada agencia de publicidad, un par de horas después de la celebración del macro-simulacro de sismo, un nuevo evento azotó diversos puntos del país, entre los que se encontraban Ciudad de México, Morelos y Oaxaca. A raíz de este nuevo evento, el tema de protección civil ha retomado un mayor significado dentro de nuestra conciencia. Una vez más se puso a prueba todos y cada unos de los protocolos de actuación en materia de protección civil, una vez más se evidenció que aquellos supuestos avances de los que nos vanagloriábamos no fueron suficientes.
Más allá de la respuesta al evento del 19 de septiembre pasado por parte del gobierno, las empresas y la población en general, la cual podría calificarse de heroica, las carencias en los protocolos y sistemas de seguridad invitan, no solo a la reflexión, sino a una verdadera concientización y modificación de nuestros paradigmas en materia de protección civil. Ya no es válido pensar en protección civil como un conjunto de trámites burocráticos que deben cumplir las empresas, los negocios y las constructoras, ni tampoco pensar solamente en procesos de reacción, sino que es necesario desarrollar todo un sistema de prevención y mitigación de riesgos; así como de igual manera no lo es diseñar un programa de papel y archivarlo en el cajón.
En cambio, debemos asegurar un proceso interactivo de mejora continua que con un enfoque global que complemente la protección integral física de las personas y también de su patrimonio. Finalmente, ya no es válido pensar en protección civil como eventos sísmicos de manera exclusiva, toda vez que debemos tomar conciencia de que podemos ser afectados por diversas catástrofes o incluso por simples accidentes cotidianos, nos comentan los licenciados Jorge Guadarrama, socio del Grupo de Práctica de Energía, Minería e Infraestructura de Baker McKenzie, David Diaz, asociado del Grupo de Práctica Inmobiliario de Baker McKenzie y Mario Facio, asociado senior del mismo grupo.
Por lo anterior, hoy en día es necesario que toda industria y comercio cuente con planes de capacitación, formación de brigadas de seguridad y sobre todo, que promueva la cultura de la autoprotección (prevención). Este objetivo se va a materializar normalmente a través del cumplimiento e implementación de una herramienta denominada programa interno de protección civil.
El programa interno de protección civil es un instrumento de planeación y operación que va a permitir que una dependencia, una entidad, una institución o un organismo de la administración pública federal o de los sectores privado y social establezcan una serie de acciones preventivas con la finalidad de salvaguardar la vida de las personas y, de ser posible, asegurar la continuidad operativa de la organización ante situaciones de emergencia o desastre a través de la protección de los bienes productivos. Una vez cubiertos los puntos anteriores, el programa también debe contemplar todas aquellas acciones que sean necesarias para proteger al medio ambiente.
Para saber como elaborar un programa, es necesario analizar un complejo agregado de normas en los tres órdenes de gobierno que comienzan con la Ley General de Protección Civil, la cual en principio distribuye las competencias de las distintas autoridades en esta materia. Para fines prácticos, los reglamentos municipales son los que contienen los lineamientos generales para la elaboración de dichos programas internos.
Al analizar los citados reglamentos, encontramos que los programas tienen por objeto prevenir y preparar a una organización para minimizar riesgos, así como dar una respuesta eficiente ante la presencia de algún riesgo y/o siniestro que pudiera representar una emergencia o desastre dentro de su entorno, asegurando al efecto la continuidad de las operaciones y procurando evitar afectaciones al medio ambiente.
Considerando lo anterior, cada programa deberá integrarse por tres secciones principales:
- plan operativo
- plan de contingencias, y
- plan de continuidad de operaciones
Plan para la implementación de unidades internas de protección civil
Este se refiere a una fase de capacitación para conocer los diversos protocolos que resultarán aplicables durante las distintas contingencias. Es aquí donde se crean las brigadas, donde se designan responsables y donde se discuten posibles mejoras. Este plan se integra a su vez de tres subprogramas:
- prevención
- auxilio, y
- vuelta a la normalidad
El subprograma de prevención es un sistema enfocado al diseño y planeación, que contempla aspectos de organización, calendarización de actividades, elaboración de directorios e inventarios, identificación y evaluación de riesgos, señalización, mantenimiento tanto preventivo como correctivo, uso de equipos de seguridad y de reconocimiento, capacitación, difusión de la cultura de protección civil y realización de ejercicios y simulacros.
El subprograma de auxilio define principalmente los procedimientos de emergencia para actuar ante una eventualidad.
El subprograma de recuperación nos indicará como se deben evaluar los daños y qué pasos se deben seguir para volver a la normalidad.
Ahora bien, protección civil no es solo atención a catástrofes, sino atención a toda clase de contingencias, lo que implica un análisis enfocado en el desarrollo de las actividades cotidianas, lo cual se materializa en una evaluación de riesgo por cada puesto de trabajo, el diseño de medidas de seguridad y acciones de protección personal, además de y socialización de la cultura de protección civil. En otras palabras, el plan de contingencias debe ser un elemento que se grabe en la conciencia de cada trabajador, el cual debe ver en la protección personal no un conjunto de reglas sin sentido sino una herramienta de trabajo para conservar la integridad física o incluso la vida.
En consecuencia, el plan para la continuidad de operaciones deberá realizar una identificación de las operaciones y funciones que resultan críticas para la seguridad de la empresa, determinar cuáles son los requerimientos mínimos de operación, cómo se afecta un área de trabajo si se interrumpe algún suministro o el trabajo de otra área, plantear tiempos y metas de recuperación, determinar previamente si es posible trasladar la operación de un área a otro lugar, los medios de comunicación que se utilizarán durante una operación no convencional, así como las fuentes de financiamiento durante una emergencia.
También se recopilará y tendrá a la mano la información técnica necesaria para el funcionamiento de la tecnología existente en las instalaciones, la forma en que se pondría en marcha el plan de continuidad de operaciones, así como una revisión periódica del mismo. Debemos mencionar que no basta elaborar el programa interno de protección civil; dependiendo de la entidad o municipio en el que nos encontremos, el marco jurídico requerirá que muchos de estos planes de protección civil tengan que ser registrados o incluso autorizados por las autoridades competentes o por expertos en la materia.
A manera de ejemplo podemos mencionar que el articulo 89 de la Ley del Sistema de Protección Civil del Distrito Federal, ahora CDMX, requiere que se registren, entre otros, los planes hechos para conjuntos habitacionales, establecimientos mercantiles, industrias clasificadas como de mediano y alto riesgo, de centros comerciales, de centros de espectáculos, etc. En el caso de la CDMX, el experto que debe elaborar y avalar el programa se llama tercero acreditado y es precisamente esa persona quien será responsable de las deficiencias que pudiera tener dicho programa. A su vez, el tercero acreditado se inscribirá en el buró de registro de terceros acreditados.
Conclusiones
En síntesis, como sociedad debemos internalizar las lecciones del pasado y adoptar de una manera activa el desarrollo de una nueva cultura de protección civil, cuya expresión material será el diseño y la implementación de un programa interno de protección civil. En dicho programa nuestra fuerza laboral habrá de ver una herramienta para salvaguardar su vida e integridad, y del mismo modo nuestras empresas buscar un elemento para enfrentar no solo eventos catastróficos sino también contingencias específicas del día a día, que nos permita salvaguardar las vidas humanas en instalaciones, proteger los elementos de producción y evitar daños al ambiente.
Como parte de esa cultura, se habrá de considerar que la complejidad que implica un programa interno de protección civil va más allá de un requisito para obtener una licencia de operación; es un elemento para salvar vidas humanas por lo que en la elaboración e implementación de los programas internos de protección civil, el sector productivo no debe escatimar y se valdrá de la ayuda de todos aquellos profesionales que tengan relación y experiencia en la materia de seguridad e higiene, como por ejemplo los terceros acreditados, los directores de obra, ingenieros, arquitectos, consultores y abogados entre otros.
Las contingencias ocurren, es nuestro deber conocer, planear, prever y estar preparados para enfrentarlas a todas ellas, en sus diferentes variantes y consecuencias.