Paraísos fiscales: todo depende

Los paraísos fiscales merman de manera significativa la recaudación lo que contribuye a la generación de crisis financieras

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 .  (Foto: IDC online)

A fin de revisar el panorama actual de los paraísos fiscales, ofrecemos a nuestros suscriptores un resumen de la reseña realizada por Miguel Ángel García para FP en español de la obra “Los Agujeros Negros de la Economía Globalizada” elaborada por la Fundación Alternativas, Editorial Catarata.

“La lucha contra los paraísos fiscales es una batalla perdida”

No, es una pelea difícil pero no imposible. Los paraísos fiscales llevan varios años en los que han visto restringida su capacidad de acción, primero por la presión de la OCDE y luego por la de la Unión Europea, ya que albergan dinero que no sólo se escapa al control de las autoridades fiscales sino a las policiales y antiterroristas.

Es evidente que, por primera vez en la historia, las grandes potencias globales al menos se han planteado el fin de su opacidad. Pero como está resultando muy difícil, han optado por un objetivo más asumible: limitar su capacidad de maniobra.

La OCDE ha impedido que se permitan las denominadas fishing expeditions –pesca de información confidencial-, es decir la solicitud a bancos, profesionales o cualquier entidad situada en paraísos fiscales de información de los titulares de sus cuentas, valores, inmuebles… sin mostrar una prueba, o evidencia, de su titularidad en ese paraíso. Al día de hoy, una entidad financiera solo está obligada a suministrar información si existen sospechas concretas (sobre una persona o empresa), argumentadas y en parte documentadas, de la procedencia ilícita de fondos.

Lo que sí ha logrado la OCDE ­es fijar un sistema de supervisión entre naciones conocido como peer review en el que cada país vigila que sus homólogos (con los que se han firmado convenios de transparencia) cumplan con el compromiso de intercambiar información. A este sistema de vigilancia también se trata de incorporar a territorios más pequeños, que suelen ser los más opacos.

“Los paraísos fiscales también han sido responsables de la actual crisis”

Sí, de hecho han contribuido con su singular aportación a la pesadilla financiera que vivimos. Estos territorios han logrado acentuar la caída de los ingresos vía impuestos de los Estados, ya que estos fondos, en vez de llegar a las arcas públicas se han desviado a esos paraísos. Las cifras que facilitan las instituciones internacionales muestran el tamaño de esta ocultación. Merry Lynch estima que unos seis billones de dólares están depositados en estos territorios, lo que supone casi un tercio de los activos de las fortunas particulares del planeta; el Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula, por su lado, que una cuarta parte de la riqueza mundial se oculta en ellos y la OCDE piensa que la evasión fiscal de los países de la OCDE efectuada a través de los paraísos llega a los 600.000 millones de dólares.

“Ponen en peligro el Estado de Bienestar”

En parte. Si no del todo, al menos sitúan en un escenario de riesgo el modelo tal y como se concibe en las sociedades occidentales.  Es un hecho bien conocido, y que está dentro del ADN del capitalismo liberal, que la planificación económica y fiscal de las grandes corporaciones multinacionales pasa por deslocalizar la producción hacia países con menores costos laborales y medioambientales. Al tiempo estos grandes emporios crean una sociedad de cartera (o sea, instrumental) en uno o en varios paraísos fiscales para saldar sus negocios al margen de las naciones de origen o destino. Esta práctica se ha ido extendiendo como tarjeta de vista de la globalización y deja infinidad de ejemplos poco edificantes. Lejos de planteamientos judiciales de lo que no hay ninguna duda es que los paraísos fiscales detraen recursos que forman parte del patrimonio que construye el bienestar social de los ciudadanos.  

Cómo se logra ser más atractivo que en un territorio donde no se pagan impuestos. El canto de sirenas de la elusión fiscal es tan fuerte que incluso los clientes están dispuestos a pagar unas comisiones que triplican las tarifas de un banco convencional. De hecho, suelen cobrar entre un 2% y un 3% sobre los activos gestionados. Un porcentaje que se traduce en mucho dinero, teniendo en cuenta las elevadas imposiciones de sus insolidarios clientes.