Hace algunas décadas el objetivo del derecho del trabajo era evitar que los jóvenes entraran demasiado pronto al mercado laboral y luchar porque la edad mínima de acceso al trabajo a nivel internacional se ubicara en el rango de los 14 y 16 años. Sin embargo, en pleno siglo XXI el escenario ha cambiado, existe una situación complicada de desempleo juvenil, el cual está marcando la diferencia en varios países y en otros es uno de los problemas más graves. Por ejemplo, en España la desocupación laboral entre los jóvenes es del 50%, por ello es un tema que sin duda ha generado y generará discusiones sobre sus causas y posibles soluciones.
Así, en el marco del foro “Brechas y desigualdad en el empleo en México. El reto de generar trabajos decentes para las y los jóvenes”, de la serie “Pensando en un México inclusivo”, llevado a cabo el pasado 29 de agosto en la ciudad de México y organizado por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo de Canadá (IDRC) y la Conferencia Interamericana de Seguridad Social (CISS), se comentó que existe un profundo rezago en el acceso de los jóvenes mexicanos a un empleo de calidad y con protección social.
Las cifras realmente son preocupantes, porque la pobreza entre los jóvenes de 15 a 29 años es del 35%, es decir, tres de cada 10 se ubican en esta condición y uno de cada 10 en la indigencia. Además existe otro fenómeno social los ninis (jóvenes que ni estudian, ni trabajan) quienes en el caso de México representan el 15% de la población. Entre las principales causas por las cuales los ninis no se integran a la actividad productiva están las siguientes:
- nunca han buscado trabajo
- se cansaron de buscar un empleo
- los padres los mantienen
- han encontrado otras formas de subsidiarse, y
- embarazos no deseados, en el caso de las mujeres
Para Mercedes González de la Rocha, profesora e investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS Occidente) otra causa de generación de “ninis” es el rezago educativo en nuestro país, lo que desencadena una deserción escolar, que tiene como efecto: jóvenes mal preparados, que ni siquiera cumplen con la escolaridad obligatoria establecida en las normas constitucionales.
Por su parte Nelly Aguilera, investigadora de la CISS aseguró que otro inconveniente generador del desempleo juvenil es que las compañías cuando deciden despedir a su personal prefieren a los jóvenes sobre los adultos, pues los costos de indemnización resultan menores; planteó la creación de una transición escuela-trabajo y la adopción de las políticas que les permitan a los jóvenes puedan combinar su vida personal y laboral.
El abogado general de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Luis Raúl González, indicó que existe una desconexión entre la escuela y los mercados laborales. Señaló también que el desempleo juvenil está vinculado a una educación deficiente y a la inexistencia de la capacitación laboral, por ello los jóvenes tienen trabajos de mala calidad o en el mejor de los casos empleos informales, lo que implica que solo cuatro de cada 10 egresados laboren en áreas relacionadas con sus estudios.
En este contexto, Michele Tiraboschi, director de Association for International and Comparative Studies in the Field of Labour Law and Industrial Relations, afirmó en el curso “Derecho comparado del trabajo: modelos de relaciones laborales y crisis económica” organizado recientemente por el Instituto de Investigaciones Jurídica de la UNAM, que existen diversas causas relacionadas con el problema de desempleo juvenil a nivel internacional: pagar menos a un trabajador joven que a un adulto, argumentando la falta de experiencia del primero; la existencia de una gran variedad de contratos a modo, que no en todos los casos favorecen las condiciones de los trabajadores jóvenes, y por supuesto mayor probabilidad de quedar desempleados ante una situación de crisis.
Tiraboschi enfatizó que para resolver esta problemática se necesita no solo analizar cuáles son las competencias que ofrece la juventud para poder entrar al mercado laboral, sino qué es lo que necesita este último, pues pareciera que los jóvenes profesionistas no tienen campo de desarrollo.
Por otra parte, existe una cultura de abstención a las carreras técnicas, porque los jóvenes de hoy no quieren ensuciarse las manos y soslayan que los llamados “oficios” tienen mayor demanda actualmente, incluso a nivel internacional, por lo que atendiendo a la ley de la oferta y la demanda, existe poca gente capacitada en estas labores y en consecuencia son empleos bien pagados.
Asimismo, existe otro fenómeno que no se puede pasar por alto, los jóvenes alargan su vida escolar por diversas razones, lo que los lleva a demorar su ingreso al mercado laboral (adultos jóvenes de entre 27 hasta más de 30 años), quienes al contar con algún tipo de posgrado (especialidad, maestría, doctorado) tratan de colocarse en las compañías esperando buenos sueldos, sin contar con la experiencia que éstas buscan, lo que les provoca una frustración personal y profesional.
De ahí que se enfatice en la integración de las escuelas y empresas, de tal forma que se logre desde temprana edad, una capacitación constante y directa como parte de la formación del propio estudiante, fortaleciendo así el camino forzoso que tiene que dar un joven: una evolución segura en coordinación con diversos sectores. Además urge crear una política nacional sobre las verdaderas necesidades que tienen las empresas, satisfacer las vacantes que están requiriendo y enfocarse en vigorizar las mismas, pero sobre todo se requiere que la sociedad y los jóvenes de hoy entiendan que no necesariamente tener una carrera profesional garantiza el éxito. Por ello resulta indispensable una valorización de las carreras técnicas para desarrollar este campo, de manera urgente.