Ancelmo García, colaborador de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Para la OIT las nuevas tecnologías y los cambios tecnológicos son: “la modificación de métodos, procedimientos e instrumentos utilizados por la industria (y en algunos casos por los servicios) que vinculan los principios fundamentales con sus aplicaciones prácticas, para dominar su entorno natural con las consecuencias correspondientes para los trabajadores y su actividad productiva”.
En el siglo XXI las influencias tecnológicas han modificado todo lo que está alrededor, dentro y fuera de un ciclo productivo. “No existe evidencia empírica contundente que nos diga que las nuevas tecnologías generan desempleo”.
“El desempleo por el que está atravesando el mundo no se está generado por las nuevas tecnologías; existen otros factores económicos políticos y sociales que están vinculados, pero no existe un vínculo directo”.
Las nuevas tecnologías no solo modifican el concepto del empleo sino la percepción del trabajo. Cambian los perfiles profesionales, educativos e intelectuales. Varía el sentido de pertenencia en el empleo: pues es muy difícil que un trabajador contratado por teléfono, y que labora por teléfono, sea leal hacia un empleo intangible.
Desde que se transformaron los capitales social y humano en los años 80´s se erigieron nuevas formas de satisfacer las necesidades existentes, lo que alteró significativamente las cadenas de valor de las empresas.
Ahora con las nuevas tecnologías muta el desarrollo, el marketing, la investigación, las ventas, la distribución y el consumo mismo de los productos; se transforma el sentido del trabajo, pero ¿se devalúa el trabajo en sí? o ¿estamos ante una revaloración del trabajo? ¿es lo mismo trabajo que empleo? Pareciera que no; sin embargo están surgiendo formas atípicas de empleo que encierran una minusvaloración social del trabajo.
La revolución industrial actual se está desarrollando exponencialmente, y no a un ritmo lineal. Se caracteriza por una fusión de tecnologías que está borrando los límites de las esferas físicas, digitales y biológicas. Influye en casi todas las industrias; la amplitud y profundidad de estos cambios anuncia la transformación de los sistemas enteros de la producción, de la gestión y la gobernanza de la sociedad.
La automatización está sustituyendo la mano de obra. Es posible que el desplazamiento de los trabajadores en conjunto con la economía, pudiera resultar en un aumento neto de los puestos de trabajo. No obstante, ese desplazamiento no es desempleo, sino una reconfiguración del empleo.
Luego entonces ¿por qué no se genera empleo? Porque la economía mundial no crece; los países no crecen por arriba del cinco porciento, y aquellos que lo están haciendo, por primera vez, no están creando empleo.
La demanda del empleo calificado está aumentado mientras que la del menos calificado disminuye; y por la inequitativa distribución de los rendimientos entre capital y trabajo, “nos estamos dando cuenta que no es suficiente tener empleo con las nuevas tecnologías para evitar no caer en la pobreza”.
Por eso, no solo se debe remarcar la importancia del valor económico del trabajo sino su valor social.
Existe una alteración de los entornos personales y profesionales de los trabajadores, que va mucho más allá de los centros laborales. La tecnología afecta nuestras vidas, tanto que podría disminuir algunas de nuestras capacidades, que son parte del núcleo del valor social del trabajo: compasión, cooperación, creatividad, confianza, reflexión, empatía, conversación, negociación, asertividad, persuasión, y la relación entre la privacidad y sociabilidad.
Debemos redefinir, los límites morales, éticos y económicos del empleo en el trabajo. Para ello es crucial la percepción de los mandos medios superiores de las empresas, ya que en manos de los administradores está contribuir en el valor social del empleo.
Como la tecnología está ligada al trabajo, no solo se modifica la cadena de negocio o de valor agregado de un bien o un servicio, sino el valor social del mismo, y con ello se deteriora el valor social de nuestras comunidades, de nuestras economías.
Por consiguiente, no hay que perder de vista que el trabajo es uno de los mecanismos que utilizamos para relacionarnos. Es una responsabilidad individual y una actividad social que a menudo requiere la colaboración en el seno de un equipo. Puede ser fuente de dignidad y satisfacción, pero también de explotación y frustración, puesto que para las familias y comunidades tener un trabajo decente es fundamental para la estabilidad y el progreso de la humanidad.