Detener la destrucción de la tierra es más que un objetivo; política pública o estrategia, pues la exterminación del lugar que habita la humanidad, es una acción que conlleva la extinción de sí misma, por ello los entes públicos, los privados y las personas en general pueden contribuir a que tal pérdida se paralice.
En la práctica, más allá de las fronteras mexicanas, la interacción estatal y los agentes económicos han forjado una cultura verde en el ámbito de la productividad, y por ende, han tocado el ámbito de lo laboral.
México cuenta con nueve actividades verdes: agricultura, construcción y turismo sostenibles; actividades forestales sustentables; energía eléctrica renovable; industria limpia (la certificada por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente e ISO 14001); manejo de residuos; transporte masivo, y tareas gubernamentales; de acuerdo con la OIT el trabajo en el campo implicó la contratación 5,100 colaboradores en 2013, aproximadamente.
No obstante cualquier patrón puede ser una empresa verde, para lo cual es preciso ubicar que la riqueza y la productividad a la que aspira dependen de la prevalencia del medio ambiente, y que, posteriormente, se comprometa a instaurar las medidas que fomenten su conservación.
La determinación de transitar hacia una corporación ecológica no es sencilla; sin embargo, existen aspectos que se pueden observar para incentivar un cambio. El doctor Jorge Iván Marroquín García, miembro del Colegio de Abogados del Valle de México A.C., amablemente describe cómo la inquietud por cuidar la tierra se multiplicó por la universalización de la economía; la forma en que las compañías son empáticas con el medio ambiente, a través de estrategias que armonizan este último con sus pretensiones de negocios, y señala cuáles son los desafíos de generar puestos de trabajo que favorezcan a la naturaleza.
La globalización y el despertar ecológico
Este fenómeno como dinámica mundial y facilitadora de la interdependencia entre los Estados del orbe, ha desarrollado nuevas perspectivas en todos los ámbitos.
Al observar este movimiento se debe tener presente la incidencia directa en los aspectos económicos que llevan a una era de integración económica, bajo la tutela de una corriente neoliberal que ha tendido su manto en, prácticamente, todo el mundo.
Así, el estudio de la corriente globalizadora orilla al escrutinio de las tendencias del derecho internacional, disciplina que surge después de la segunda guerra mundial y reorganiza la estructura del pensamiento jurídico, para dar cabida a nuevos actores en el escenario jurídico mundial: los gobiernos; las instituciones; las organizaciones no gubernamentales; las empresas transnacionales y los individuos –como principales sujetos a proteger–.
Estos establecen acciones, e intervenciones, por medio de un complejo normativo, que les ha permitido restructurar las directrices de desarrollo y el bienestar de la humanidad; visto así desde la óptica de la cultura occidental.
Las negociaciones transfronterizas y las nacionales se han comprometido a ser promotores de los grandes cambios, con la finalidad de servir al hombre, sin olvidar la productividad que les lleve a beneficios particulares, por lo que los compromisos de crear un ambiente amigable para la subsistencia de las personas hoy son una realidad.
Lamentablemente, en el pasado el hombre no se preocupó de su entorno y esta situación lo ha conducido a un exterminio gradual, que aún sigue su cauce, pero con un sentido de conciencia mundial que ha despertado desde el último tercio del siglo XX.
El medio ambiente y su conservación son ahora el foco de atención de los países; la globalización no conoce de fronteras ni tiempo, más bien abre paso a esta preocupación y a la coordinación de esfuerzos que permitan la supervivencia del individuo. Así lo exige la dependencia entre las naciones, y lo demanda la calidad humana de las poblaciones.
Conciencia verde empresarial
Las decisiones en el mundo a favor del planeta han tenido implicaciones y gran resonancia en las esferas domésticas de los países y en la Organización de Naciones Unidas (ONU) se han impulsado enormes tareas que tienden a reducir la contaminación, las emisiones de gases de efecto invernadero y a proteger la biodiversidad.
Todo ello a partir del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, creado por recomendación de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Humano, en 1972, y el Protocolo de Kioto, que tomó origen en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en vigor desde el 16 de febrero de 2005.
En ese orden de ideas, la mayor parte de las corporaciones y los gobiernos han hecho compromisos que buscan una armonía ambivalente; por un lado, la esencia lucrativa y productiva y, por el otro, la preservación del medio ambiente que permita un entorno ideal para la supervivencia del hombre, y que rescate todos los términos de dignidad requeridos por los ordenamientos jurídicos internos y externos de los Estados, en el paradigma de los derechos básicos.
En México, y en diversos Estados, al hablar de empleos verdes se desarrollan nuevos conceptos que, aparejadamente, conllevan escepticismo debido al desconocimiento de sus ventajas y el bienestar general en que se desenvuelve este catálogo de trabajos y las organizaciones ecológicas.
Por fortuna, la percepción común mundial y las obligaciones contraídas, en virtud de la globalización, formulan los nuevos mecanismos de acción y difusión, así como los criterios de convivencia entre las empresas y la ecología; los cuales llevan a nuevas esperanzas sostenibles y económicas.
Por un planeta sano, hay que vestir el overol verde
Como se ha expuesto, desde hace tiempo la tierra exige a sus pobladores que le presten mucha atención, que le ayuden antes de que agonice y sea demasiado tarde. Posiblemente suene apocalíptico, pero es la realidad y si no se reacciona ahora, mañana lo estaremos lamentando y las generaciones en camino tendrán razones para reprocharnos.
Las alarmas se han encendido y el hecho de que diferentes ámbitos, y en especial el económico, hubiesen logrado tocarse las fibras, significa la seriedad del asunto, pues, los referentes históricos del desarrollo de las sociedades, hablan siempre de un sistema financiero un tanto insensible y frío, sostenido sobre las bases de los más débiles, que ha arremetido con todas sus fuerzas, contra los intereses generales para beneficiar a unos cuantos.
Así que, la concepción y la mentalidad que se ha tenido sobre que la inversión ambiental está peleada con el beneficio material, y que preocuparse por ayudar a convivir con un mejor ambiente para todos representa una piedra en el camino para el desarrollo socioeconómico, está cambiando, porque se ha empezado a demostrar que, proteger y aliviar el medio ambiente, resulta rentable.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) describe a los empleos verdes como: “…todos aquellos trabajos decentes que tienen la finalidad de preservar y restaurar el medio ambiente, sin importar que se lleven a cabo en los sectores tradicionales como la manufactura o la construcción, o ya sea en nuevos sectores emergentes como las energías renovables y la eficiencia energética”.
Para la OIT, este tipo de trabajos se puede desempeñar, tanto en áreas urbanas como rurales, y no tiene ninguna preferencia en el ejercicio productivo, pues incluyen ocupaciones que van desde las manuales hasta las altamente cualificadas.
Igualmente, señala como característica fundamental que las inversiones y los programas enfocados en este tipo de labores, deben estar orientados hacia aquellos grupos de la sociedad más necesitados, como son los jóvenes, las mujeres y los sectores de la población de escasos recursos.
Los puestos ecológicos han empezado a implementarse mayormente en los países desarrollados, convirtiéndose en la luz del faro para las economías emergentes y las que están en proceso de crecimiento, demostrando que son oportunidades para gerentes, científicos y técnicos, pero, sobre todo, beneficia a los sectores más vulnerables y amplios de la población.
Países y regiones enteras de alta representación económica a nivel mundial, que se hallaban con la cuerda atada al cuello, agobiadas por la crisis, dejando en la calle a muchos colaboradores, han encontrado de nuevo, en los empleos verdes, un respiro al adoptar una serie de medidas de estímulo financiero con importantes inversiones para sacar de nuevo a flote sus empresas; ahora, con el overol verde puesto, poniendo su mirada en el horizonte promisorio de una recuperación del medio ambiente, proponiéndose metas a mediano plazo, el camino hacia el desarrollo es una realidad. Ejemplos que se pueden mencionar, son: China, los Estados Unidos, la República de Corea, Japón y la Unión Europea.
Son muchos los beneficios que ofrecen este tipo de trabajos, porque están diseñados para aumentar la eficiencia del consumo de energía y materias primas; limitar las emisiones de gases de efecto invernadero; minimizar los residuos y la contaminación; proteger y restaurar los ecosistemas y contribuir a la adaptación al cambio climático.
De ahí que para su establecimiento se deben considerar diversos factores que surgen en los ámbitos gubernamental y patronal (para conocerlos se recomienda la lectura de la infografía: Desafíos al crear empleos verdes, ubicada en la página 4 de esta sección).
Conclusión
Todo el trayecto histórico que ha recorrido la humanidad, habitando el único planeta del que se está seguro que le puede proporcionar las condiciones de vida, ha sido un aprendizaje, una lección hasta el momento actual en la que se halla sumergida en su total degradación, en todos los aspectos.
Recomponerse, recuperarse, reconstruirse, ser digna del papel que se le ha asignado es la tarea que ahora le corresponde a la población para lograr su perpetuidad. Y una de las prioridades es tomar en serio el daño que le está causando al medio ambiente.
Por ello se debe tener muy presente, como lo expresa el economista chileno, Alfredo Sfeir, que “nuestra sociedad no puede estar dirigida solamente por valores económicos y financieros. Es importante dar un golpe de timón para crear nuevos horizontes y caminos que nos lleven a una sociedad sostenible. Y es aquí donde las políticas, la promoción del cambio tecnológico, y el aumento de nuestra conciencia humana toman una importancia primordial”.
Es una tarea difícil pero, en todo momento, debemos intentarlo.