El horror de perder el contrato de exclusividad

La disrupción está presente en todas las industrias productivas. A miles de personas les (nos) ocurre lo mismo

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 (Foto: Getty Images)  (Foto: Redacción)

El concepto de "empleo seguro" se extinguió junto con el Siglo XX.  Hay toneladas de evidencia al respecto. Pero últimamente en las noticias se manifestó una vez más un hecho que pasó un tanto inadvertido en las secciones de Negocios porque aparentemente corresponde a la división de Entretenimiento: 

  • la desaparición, para una mayoría, del “contrato de exclusividad” que Televisa daba a cientos de sus actores.

Me ha calado hondo eso. No conozco a nadie en ese caso, ni me muevo en ese ámbito. Lo que pasa es que los rostros de actores y actrices, algunos compungidos por el hecho y otros en el postureo de “lo bueno es que a mí me llaman de Europa para trabajar” (juro que vi a una señora que eso declaró en cámara cuando hace siglos que no tiene trabajo en ningún lado) no deja de causarme empatía.

Luego salió la nota en revistas y programas de chismes: la actriz que ahora tiene su ingreso en Uber. Dije que esos actores me causan empatía. Más bien me dan angustia. Enfrentan el reto de reinventarse porque su industria cambió de manera radical. Sin retorno.

Lo que antes era valioso, ahora ya no lo es. Y, por lo pronto, no estás preparado para hacer algo más. Pero tienes que subsistir. 

La disrupción está presente en todas las industrias productivas. A miles de personas les (nos) ocurre lo mismo. Pero no dejo de pensar que entre más resguardado se estaba por prácticas artificiales, más difícil resulta la readaptación.

Televisa tenía ese “contrato de exclusividad” -del que todavía gozan algunos, quién sabe si por mucho tiempo más- para que sus filas de talento no se fueran a trabajar a la competencia. La práctica es cuestionable desde varios ángulos (ético, profesional, comercial, etc). Pero el actual argumento económico de la empresa fue el que terminó con la ilusión, cómo no, de recibir un pago mensual aunque no se haya trabajado.

A muchos sindicatos les ocurren cosas similares: sus prestaciones y salarios están fuera de los parámetros de su propia industria, pero el privilegio persiste por razones artificiales (ajenas a la productividad y al valor producido por su actividad). Cuando se llega al punto de lo insostenible revientan, dejando trabajadores en shock y sin habilidades desarrolladas para las exigencias del mercado real.

Claro, la gente reacciona con resentimiento, decepción, rabia. Escuchaba a la actriz que decía que ahora se daba cuenta de que “nunca había sido valorada por la empresa”. ¿Disculpe, no era usted la que recibió salarios sin trabajo, gracias a su contrato de exclusividad, durante dos décadas? 

Es como los sindicatos, que tratan de convertir en lucha social la conservación de sus privilegios.

Los sectores se reacomodan. El empleo se genera bajo otros formatos, con salarios menores como factor estandarizado y es necesario desarrollar habilidades de empleabilidad bajo nuevos parámetros. Un desafío para los que estén abiertos al cambio y una pesadilla para los que en este proceso pierden prerrogativas.