Es común que los empleados de una organización al enfrentarse a situaciones difíciles confundan el estrés de trabajo con el desafío, cuando ambos conceptos son muy diferentes, pues mientras el primero es la reacción física y emocional nociva generada cuando las exigencias del trabajo no igualan las capacidades, los recursos, o las necesidades de los trabajadores; el segundo es tracción que vigoriza psicológica y físicamente a los empleados a aprender nuevas habilidades, y por ende a tener dominio de su trabajo.
Cuando el estrés es esporádico, representa poco riesgo para los empleados; sin embargo cuando es constante, su sistema nervioso se despierta y las hormonas se liberan para avivar sus sentidos, aumentando la tasa del desgaste de sus sistemas biológicos, produciendo fátiga, depresión, o el nacimiento de enfermedades de carácter cardiovascular, afecciones musculoesqueléticas o psicológicas, cáncer, úlceras, o en algunos casos hasta el suicidio, situaciones que sin duda afectan el clima laboral y la productividad de la compañía.
De ahí que para evitar este tipo de reacciones, se recomiende a los patrones observar lo siguiente:
- que el volumen de trabajo esté acorde con las habilidades y los recursos de los trabajadores;
- diseñar los trabajos para proveer el significado, estímulo, y oportunidades, para que los trabajadores usen sus habilidades;
- definir claramente los papeles y responsabilidades de los trabajadores;
- dar oportunidades a los trabajadores de participar en las decisiones y acciones relacionadas con sus labores;
- mejorar las comunicaciones para reducir la incertidumbre sobre el desarrollo de carrera y las posibilidades de trabajo en el futuro;
- proveer oportunidades para la interacción social entre los trabajadores, y
- establecer calendarios de trabajo compatibles con las demandas y responsabilidades fuera del trabajo.