Del T-MEC y otros amores contrariados

Seguimiento a la decisión de Trump, de no imponer aranceles a los productos mexicanos

El Lic. Rogelio Cruz Vernet. Coordinador de la Comisión de Derecho Aduanero del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México A.C., da continuidad al tema de los aranceles que el primer mandatario de los Estados Unidos de América (EUA) pretendía imponer a los productos mexicanos, y las reacciones que ha tenido al respecto, después de haber llegado a un aparente acuerdo en materia migratoria con el equipo negociador de nuestro país, y con lo cual se evitó temporalmente que se concretara dicha acción, en perjuicio de nuestra nación. 

Preámbulo

Sabia virtud de conocer el tiempo”, dice un viejo bolero que sonaba en mi niñez; acaso esa virtud ha sido la mejor medalla que el llamado equipo negociador mexicano pudo obtener ante el poder en Washington pudo capitalizar en su más reciente incursión en busca de “los acuerdos a domicilio”; en retorno nos enteramos en los medios que negociaron políticas de migración y seguridad nacional a nivel regional a cambio de algunos mendrugos de tiempo que llevarse a casa antes de que puedan imponerse los supuestos aranceles extraordinarios para casos de seguridad y urgencia nacional, 90 días de incertidumbre en dos tandas de 45 días al son de “che sarà, che sarà, paese mio che stai sulla collina”.

No obstante, estas diligencias diplomáticas nos han dejado un cierto sabor a nada, descubriendo cuán lejos se encuentra la nueva administración de comprender los detalles de las relaciones comerciales entre México y los EUA, así como con el resto del mundo. Acaso la visión de actuar como un paladín contra el neoliberalismo le estorba por ahora a nuestra política exterior para hacerse de buenas asideras en su evaluación de lo esencial y lo accesorio, lo útil y lo superfluo, la amenaza real y el alarde, en su relación comercial más importante, es decir, con los EUA, y ello le deja inmóvil e incapaz para plantarle cara a las medidas arancelarias de Trump, ignorando cuan poco probable es que pueda implementar los aranceles anunciados, sin que esas medidas comiencen también a arruinar a su propia economía y popularidad.

Señalé en mi anterior artículo en este medio, que el anuncio en redes sociales por parte del presidente Trump, sobre la aplicación de los aranceles extraordinarios con incrementos progresivos del 5 % al 25 % a los productos exportados por México, en respuesta a la falta de acciones para controlar los flujos migratorios ilegales de colectivos que transitan por nuestro país de sur a norte buscando el sueño americano, es en el fondo un alarde que difícilmente podría sostener la propia economía estadounidense, pues es evidente que el daño a los mercados en ambos países sería ruinoso e impopular, acaso más de lo que sospechamos para los propios EUA.

Esta falta de visón de 360°, nos ha traído de regreso a casa a una delegación que se ostenta victoriosa por haber ganado tiempo y evitar solo por tandas la amenaza “ad-baculum”.

Es en verdad, buena hora de estar claros sobre la importancia de México como su socio comercial de EUA, y para ello en este breve espacio, baste señalar que deberíamos saberlo más que los propios empresarios estadounidenses, esos que desde febrero pasado, han creado la llamada “Coalición por el T-MEC” (USMCA Coalition) congregando a más de 250 empresas y asociaciones especializadas, representantes de agricultores, ganaderos, industrias de manufactura, proveedores de servicios, empresas de tecnología, importadores y exportadores de todos los sectores comerciales, con el fin de cabildear frente a su propio congreso para lograr a la brevedad la ratificación del nuevo tratado (T-MEC) en sustitución del TLCAN, mientras en México, cada quién vive con su propia versión sobre cuál debería de ser la política comercial internacional, como amantes contrariados que deshojan margaritas.

Realidad comercial

No sé si será el corte anti-neoliberal del actual gobierno, pero hay algo que impide a la diplomacia mexicana entender las realidades de la globalización, hija natural de esta mal llamada tendencia económica, y quizá por eso les pasan por alto que las realidades que al otro lado de la frontera ya han originado una “Coalición por el T-MEC”, pero lo que sí advertimos es que parecen no ponderar que esas razones son su mejor carta de negociación contra los alardes de un presidente estadounidense inmerso en su nueva campaña en la carrera por la reelección.

En efecto, de no ser por esa fragancia de integrismo anti-neoliberal, podríamos comprender mejor, como lo ha hecho el sector privado en el vecino país del norte, que el comercio de los EUA con México y Canadá, sostienen aproximadamente 12 millones de empleos en la Unión Americana y que 49 Estados de 50, reportan a México o Canadá como uno de sus tres principales mercados de exportación.

De alcanzar algún día a superar la miopía de la ideología y ponernos las gafas del profesionalismo, nuestros negociadores allá y todos acá en el país, sabríamos y capitalizaríamos mejor el hecho de que tras la recesión de 2007 a 2009, la expansión del mercado de exportación de los EUA hacia los mercados mexicano y canadiense ha sido pilar de su crecimiento en más de un 40 %, según lo reporta el propio Departamento de Comercio de los EUA, cifra que es reveladora y daría más empoderamiento a nuestros negociadores.

En efecto, el comercio de los EUA con México y Canadá alcanzó solo en 2017 cifras cercanas a los 1.3 billones de dólares (trillions en inglés) y ambos socios comerciales compramos más de la tercera parte de las mercancías que exportan.

Por otra parte, la industria de la manufactura, conocida en nuestro país como IMMEX, sostiene en los EUA más de dos millones de empleos directos, ubicados en cerca de 43,000 mil empresas diferentes, localizadas a lo largo de su territorio; y no solo eso, en términos estratégicos, 38 de sus 42 sectores de manufactura dependen de México o Canadá.

Para los agricultores y ganaderos, base importante para la reelección del actual presidente de los EUA, las exportaciones de sus productos a México y Canadá se cuadriplicaron de 1993 a 2017 de 9 mil millones de dólares a 39 mil millones de dólares y hemos llegado a ser los dos principales mercados extranjeros para cereales, lácteos, cárnicos, frutas y vegetales de los EUA (por si quieren pistas también de hacia dónde dirigir una posible retaliación).

El mercado de los servicios no ha sido remiso en el crecimiento conjunto de la “Norteamérica del NAFTA”, México y Canadá son los dos principales destinos para la exportación de servicios y han logrado que tales operaciones se hayan triplicado desde 1993 hasta 2017, de 27 mil millones de dólares a cerca de 91 mil millones al año.

Para quien alega que los beneficios del tratado de libre comercio entre nuestros tres países solo cuentan para las grandes empresas, ávidos de argumentos contra el neoliberalismo globalizador, valdría la pena que consideren que la exportación de servicios prestados tan solo por las pequeñas y medianas empresas estadounidenses, tienen sus dos principales destinos en los mercados mexicano y canadiense, sumando más de 120,000 compañías esparcidas por toda la Unión Americana (obviamente para miles de prestadores de servicios en México, acaso los EUA sea también su principal, cuando no su único destino de exportación, con excelentes resultados).

Todos estos datos y hechos contundentes no han pasado desapercibidos ni a la iniciativa privada, ni al público estadounidense, y los ha llevado a integrar una “Coalición por el T-MEC”, lo cual nos deja claro que los verdaderos cabildeadores en favor de nuestra economía, están en esas más de 250 empresa y organizaciones en las que se cuentan nombres de firmas como Ford Motor Company, Flextronics International, AcerlorMittal, BASF Corp., Merk, Cisco, Samsung America, Safran USA, Pfzer, etc., y organizaciones como la American Association of Exporters and Importers, Pacific Northwest International Trade Association, American Farm Bureau, American Iron and Steel Institute, Texas Business Leadership Council, entre otras.

Contraofensiva necesaria

Todo esto lo reseñamos para insistir en que antes que visitar a los opositores de Trump en el congreso y agotar sus “colaciones y chocolates”, el gobierno mexicano podría sacudirse un poco la caspa anti-neoliberal y afianzar sus lazos con todas estas firmas, hasta entender de memoria lo que aprendieron bien aquellos que hace más de 25 años negociaron el TLCAN: el significado de la palabra “stakeholder”.

Otro elemento clave para que al término de la primera tanda de 45 se pudieran obtener resultados más consistentes con el interés nacional, sería el contacto con los gobernadores y representantes locales de los Estados y regiones que se verían afectadas en caso de la aplicación de medidas arancelarias extraordinarias contra nuestra economía regional. Insisto, nuestro mejor escudo contra estos alardes arancelarios, son los propios empresarios y comerciantes en los EUA que operan en ambos lados de la frontera, más aún en los tiempos en que, enfrentando una verdadera guerra comercial con China, México se debería de convertirse en el aliado más estratégico para prevalecer en ella.

En esta tesitura, si bien es cierto que de agotarse los procedimientos correspondientes por la US Trade Representative –USTR– y acreditarse la emergencia de seguridad nacional derivada de los flujos masivos de inmigrantes como consecuencia de la política migratoria fallida del gobierno mexicano, iniciar un procedimiento ante el Órgano de Solución de Controversias de la OMC quizá no sea una solución efectiva, aun que resulte inexcusable, dado que estos suelen ser procedimientos muy largos que además estarían bajo el constante desafío del gobierno del presidente Trump a la propia OMC, también lo es que debe completarse la lectura de los hechos que nos dan cuenta de que, dado el daño que infligiría a su propia economía, es poco probable que el presidente estadounidense en verdad pretenda imponer los aranceles anunciados.

Justificación jurídica

Puestas ya en blanco y negro estas recomendaciones, quede para las crónicas señalar que ante la amenaza inicial, la reacción de nuestro nuevo gobierno pasó por alto que más allá de cualquier dolor de cabeza que venga aparejado a mensaje en redes sociales del primer mandatario de los EUA, su gobierno en realidad no ha iniciado formalmente procedimiento alguno para la implementación de medidas económicas de emergencia que puedan devenir en la imposición unilateral de aranceles o salvaguardias, en el mejor esfuerzo de ello solo aventuro un diagnóstico preliminar; en otras palabras, solo envío unos tweets haciendo alarde de sus intenciones, pero ello no corresponde a un procedimiento formal conforme a la IEEPA o la Sección (o artículo) 232 de la Ley de Expansión del Comercio (Trade Expansion Act, 1962), ni a los artículos 201 y 301 de la Ley de Comercio (Trade Act, 1974), ni tampoco conforme la Sección 332 de la Ley Arancelaria (Tariff Act, 1930). De hecho, a la fecha en la página de avisos y noticias de la Oficina del USTR (Oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos) no hay ninguna mención a iniciativa formal alguna contra México.

Acaso el gobierno mexicano debió al menos haber solicitado confirmación formal por la vía diplomática sobre el inicio de un procedimiento de implementación de medidas de emergencia mediante la imposición de aranceles contra los productos mexicanos, antes de haberse ido a sentar en el quicio de las oficinas del Secretario de Estado, Mike Pompeo, en Washington, DC, pues para poder imponer dichas medidas, el gobierno estadounidense tiene que agotar una investigación y diversas formalidades, no basta con un tweet del presidente.

Consideramos que además de haberse allegado de confirmaciones formales del inicio de los procedimientos e investigaciones para imponer aranceles de emergencia por parte de EUA, debió haber hecho uso de recursos político-mediáticos semejantes, denunciando públicamente la inminente ilegalidad en que incurriría Trump de imponer unilateralmente los anunciados aranceles y el Senado debió suspender el proceso de ratificación del T-MEC hasta tener certezas sobre la no afectación de flujos de comercio entre ambos países.

Comentarios finales

No puedo dejar de insistir en que la ratificación del T-MEC en las actuales circunstancias, no debió de haber estado en la agenda de prioridades para implementar acciones ante las amenazas, pues el TLCAN sigue atendiendo las necesidades de la industria y el comercio en ambos lados de la frontera, mientras que el T-MEC es una promesa de campaña de Trump con la cual habría sido posible condicionarlo y tener algún punto de empoderamiento jugando con los tiempos de la ratificación, pues si bien sus discursos han acusado infundadamente al TLCAN de tantos males económicos en los EUA, el presidente Trump sabe que una relación comercial abierta con México es vital y por ello, su “nuevo tratado” es solo, (salvo algunas actualizaciones complejas y perfectibles) una ofrenda a su base en preparación de su campaña de reelección, por lo que habría sido deseable que legisladores y el ejecutivo en México, hubieran podido distinguir que la prisa era de la administración Trump y no de la industria en Norteamérica o la mexicana.

Siendo prenda electoral, la ratificación del T-MEC pudo convertirse en otra moneda de cambio para obtener un mejor pacto, uno ya improbable, que ojalá hubiera podido descartar definitivamente el uso de amenazas económicas hacia nuestro país, mientras se camina de verdad en pos de una mayor integración comercial.

En efecto, mientras los aranceles recientemente utilizados como amenazas por el presidente estadounidense, tal como aquellos que impuso a los productos de acero y aluminio y cualquiera otra medida de emergencia por motivos de seguridad nacional recientemente eliminados, se sobreponen de manera jerárquica a las disposiciones del TLCAN, habría sido importante contar elementos prácticos de negociación para replantear el alcance de estas amenazas y evitar que puedan imponerse también por encima del T-MEC.

Ya es tarde tras la noticia de la apresurara ratificación por parte de nuestro Senado, que nos deja frente a sus pares en Canadá y los EUA, en cierta ridícula orfandad, esa que no nos permitió atrevernos a pedir la inclusión de ciertas adiciones a su texto, para que, por ejemplo se incluyan disposiciones en Acuerdos Paralelos que impida que las mercancías originarias de la región puedan ser sujetas a estas medidas y garanticen los flujos en condiciones preferenciales bajo el reconocimiento formal de la calidad de “socios comerciales”, una novedosa calidad de país parte, que anule cualquier posibilidad de que entre los países firmantes puedan hacerse declaraciones que los sujeten a condiciones propias de otras jurisdicciones que en términos de guerra se conocen como “enemigos”, e impida la aplicación de medidas que puedan encontrar su fundamento en la “International Emergency Economic Powers Act (IEEPA)”, entre otros ordenamientos ajenos a “los buenos socios”.

Ya es tarde, no supimos vender caro nuestro contrariado amor, agobiados por la idea de la supervivencia, ahora, ya pérdida nuestra dama en el tablero, veremos si somos ajedrecistas que pueden prevalecer coronando algún peón o uno que otro stakeholder al otro lado de la frontera.