Cuando Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos en 2016 se dispuso inmediatamente a cumplir una de sus promesas de campaña: renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Para el ex mandatario, los más de 20 años de vida del acuerdo no se habían traducido en beneficios para Estados Unidos, a pesar de que el comercio intrarregional incrementó 183.13% de 1995 a 2016.
Más allá de las constantes amenazas y de las polémicas declaraciones del republicano, lo cierto es que el tratado, en vigor desde 1994, fue superado por los desafíos de la era actual, donde las tecnologías, el proceso de globalización y el auge de nuevos temas, como la protección ambiental, tienen un papel cada vez más importante.
El experto mexicano, Keneth Smith Ramos, quien participó tanto en la negociación del TLCAN como en su versión revisada, recuerda que fue tan difícil obtener la aprobación del primer tratado “que cualquier intento, idea o iniciativa de reabrir la negociación para añadir cuestiones que pudieran modernizarlo, no fue posible hacerlo políticamente y eso nos llevó a la crisis que hubo con la presidencia del Presidente Trump”.
Para Estados Unidos, el TLCAN falló en reducir su déficit comercial, mientras que para México el gran problema recayó en el tema laboral y en el uso de medidas proteccionistas para frenar las exportaciones mexicanas. De tal forma que renegociar el acuerdo pasó de ser un capricho político a una necesidad para los tres gobiernos.
Las negociaciones iniciaron en agosto de 2016. No fueron sencillas. Estuvieron marcadas por las amenazas del gobierno estadounidense de salirse del tratado, por la imposición de aranceles y restricciones al comercio en contra de Canadá y México, por la división en Estados Unidos entre Republicanos y Demócratas, y por el cambio de gobierno en nuestro país. Aún así, para el ex negociador en Jefe del tratado conocido como T-MEC, esta versión del acuerdo fue la mejor que se pudo negociar.
“Yo creo que dentro de los parámetros que eran posibles políticamente obtener de la negociación, este es el mejor acuerdo que pudo haber obtenido México”, señala Smith y es que para el experto, el mayor logro alcanzado fue la preservación del libre comercio “algo que la administración Trump quería evitar. Querían imponer restricciones cuantitativas en los sectores más exitosos de México”.
Para nuestro país, el acuerdo comercial con América del Norte ha significado un incremento del 686.61% de las exportaciones al interior de la región, así como un aumento de 194.09% y 5593.26% de la Inversión Extranjera Directa hacia México de Estados Unidos y Canadá, respectivamente, de 1993 a 2020.
El T-MEC, trajo el TLCAN al siglo XXI, incorporando nuevos elementos y reforzando otros que demostraron ser exitosos.
En su primer año en vigor, Keneth Smith insiste en que el nuevo tratado no sólo retomó y fortaleció los avances alcanzados con anterioridad, como fue el caso de los mecanismos de solución de controversias, sino que también introdujo 12 capítulos de modernización, que incluyen nuevas disciplinas que “son esenciales para la economía y que no existían cuando el tratado fue negociado originalmente hace más de 25 años”.
El acuerdo comercial actual añade capítulos relacionados con temas netamente económicos como el caso del comercio digital o la internacionalización de pequeñas y medianas empresas y aspectos sociales como normas ambientales o regulaciones en materia laboral.
A pesar de los logros alcanzados, el especialista reconoce que aún hay temas pendientes que profundizar o incluir en el tratado. Uno de ellos es el de equidad de género, el otro el de movilidad de personas de negocios.
“Hay temas que impulsó México que yo creo que se deben retomar. Por ejemplo, México impulsó activamente, junto con Canadá, un capítulo sobre equidad de género. Estados Unidos no lo quiso aceptar. Lo que hicimos es recoger las disciplinas y los aspectos de cooperación que incluímos en ese capítulo e incluirlos en otras partes del tratado”, revela Smith, quien además añade: “yo sí creo que es momento que en los tratados comerciales se tome en cuenta el tema de equidad de género y grupos subrepresentados”.
Otro aspecto que, según el experto, faltó incorporar en el T-MEC fue el de movilidad laboral, un tema sensible para Estados Unidos por el asunto migratorio: “cualquier esquema de liberalización en materia laboral lo ven como un problema político”, reconoce.
Actualmente el 17% de los trabajadores en Estados Unidos son extranjeros, de los cuales cerca de la mitad son latinos de distintos grados educativos, si bien sólo el 16.33% cuentan una licenciatura o subsecuentes niveles de estudio. La crisis migratoria, potenciada en la administración Trump, sin embargo, sigue siendo un obstáculo para que ese espacio pueda ser aprovechado por trabajadores mexicanos calificados.
Afortunadamente, dice Smith, en el T-MEC ya se planteó un mecanismo para estudiar puntos concretos del acuerdo de manera anual y hacer una revisión exhaustiva del mismo cada seis años para actualizarlo de acuerdo a las necesidades del mercado y de las sugerencias de las sociedades de los tres países.
Pero no hay que esperar para ver cambios en el tratado. El acuerdo firmado hace un año, ya no es el mismo. Hoy se nutre de otros enfoques, nuevas fortalezas y complejos retos con los que no contaba cuando entró en vigor.
La transición del gobierno en Estados Unidos y sucesos sin precedentes como la pandemia por la Covid-19 y la crisis económica que de ella derivó, desafiaron al tratado durante sus primeros meses, retandolo a encarar, superar y adaptarse a la nueva realidad.
El ascenso de Joe Biden a la presidencia estadounidense en febrero de 2021, por ejemplo, significó el abandono de la política confrontacional y proteccionista del gobierno de Trump, dando paso a un discurso más moderado y a una actitud más en favor del libre flujo de mercancías. No obstante, también trajo una visión revisionista del acuerdo en donde rubros ignorados por la administración pasada, cobran importancia hoy.
Para México, la adopción de este nuevo enfoque en Estados Unidos conlleva desafíos importantes. De acuerdo con Smith, la política comercial de Biden puede chocar con muchas de las políticas del gobierno del Presidente López Obrador al enfocarse en tres aspectos: 1) El tema laboral con particular énfasis en el beneficio de los trabajadores estadounidenses; 2) La protección del medio ambiente, en especial en la reducción de la huella de carbón de los procesos productivos de América del Norte; y ligado a ello 3) La promoción de energías limpias.