El virus que nos ha hecho mejores

El Covid-19 volvió una prioridad el manejo de la resiliencia

¿Qué pensarías si dijera que la crisis de la pandemia, en pleno 2020, pudo afrontarse de mucho mejor manera si en aquel tiempo se hubiera implementado plenamente el entorno ESG en las empresas? Pensemos en los criterios ESG —lo que se refiere al medio ambiente, el ámbito social y el buen gobierno corporativo— como una coraza, como un blindaje. Me explico.

Aunque existen diversas estimaciones y pronósticos, muchos de ellos catastróficos, no sabemos cómo será un mundo con 1.5 o 2 grados centígrados más de temperatura. La ciencia aún no conoce todos los efectos. Si lo trasladamos al cuerpo, dos grados más de temperatura nos tienen en la cama junto a no pocos malestares que no mejoran hasta regular la temperatura. No me gusta especular, lo que sé es que el pasado periodo de encierro mundial fue algo así como un ensayo para un escenario catastrófico que podría ligarse a los efectos de la crisis climática en ¿30, 40, 50 años?

Lo que este fatídico experimento mostró es que a nivel empresarial y profesional, muchas organizaciones se vieron tremendamente poco preparadas: muchas cerraron o presentaron grandes pérdidas, y no por pocas ventas, sino por falta de gestión del personal, del cambio de operación, de adaptar la cadena de suministros, innovar en tecnología, entre otras cosas. Unos improvisaron bien, otros no tuvieron esa suerte y algunos simplemente fracasaron.

En un estudio presentado por Miebach Consulting México, en el que participaron empresas de 40 países, se reflejó que 80% de los participantes reconoce que el Covid-19 volvió una prioridad el manejo de la resiliencia, 76% se enfoca en la gestión de riesgos, y 66% ya planifica o tiene previsto dirigir sus estrategias hacia una gestión sostenible en toda la empresa.

El reto que sigue es la movilización de profesionales y corporaciones para capacitarse y obtener la competencias para volcar sus acciones hacia una vida sostenible a nivel tanto personal como dentro de la organización. En primer lugar para asegurar un futuro como civilización, pues no es una broma que los próximos treinta años determinarán nuestro porvenir; y número dos, para tener organizaciones más sanas, que conserven y recuperen el entorno, que procuren los derechos humanos de sus empleados, la inclusión social, la equidad de género y se conduzcan bajo códigos de ética y conducta intachables. 

La responsabilidad social es una noción que ha evolucionado, no significa ya hacer un bien a la sociedad como retribución, significa contribuir con la transformación social en todas sus escalas, porque la empresa debe comprender que es parte de ella y depende de la sociedad por entero, así como encaminar sus principios (si no los tiene, debe escribirlos…) hacia los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en la Agenda 2030 de la ONU. El ámbito social de una empresa es la columna vertebral y las ganancias y ventas de la corporación dependerán —aunque desde luego ya lo hacen— de sus acciones en su entorno social. Por último y acaso más importante, la evolución del gobierno corporativo ha mostrado que la determinación de asambleas y consejos bien cohesionados, con una agenda plural, de avanzada y con propósitos y reglas bien definidas y la consecuente rendición de cuentas y políticas de transparencia, influye en todo el entorno de la empresa y crea bienes intangibles como el prestigio corporativo. Porque ocurre mucho en mercados como el canadiense o el de la región europea, pero muy pronto será una realidad en México y Latinoamérica, que los fondos de inversión mirarán a aquellas corporaciones con prestigio ético y de vocación hacia la sostenibilidad, reflejado en reportes cuyos resultados estén alineados a ESG, porque lo que dicen estas siglas se puede y se debe traducir a métricas, números y objetivos cuantificables: debemos renunciar a la idea de que los sostenible no es rentable o que entorpece las ganancias. Esos tiempos terminaron, y vale decir que la realidad nos lo impuso.

«Creemos que la sostenibilidad debe ser el nuevo estándar de inversión», escribe BlackRock en su carta a sus clientes a inicios de este año, y en la misma misiva anuncia su retiro de inversiones para portafolios ligados a la producción de carbón térmico. La pandemia nos enseñó que no tenemos nada asegurado, y aunque no podemos saber con certeza qué viene, puedo asegurar que cualquier eventualidad nos tomará bien parados si estamos preparados, si estamos, a fin de cuentas, haciendo las cosas bien.