Es una realidad: el nearshoring ha modificado radicalmente el panorama industrial y económico en nuestro país. La relocalización, que es el término en español que engloba esta práctica, es un redescubrimiento importante de la manera en que México se presenta al mundo, sobre todo en Oriente, al continente asiático; más allá de un “momento” mexicano o de la “moda” de nuestro país, el nearshoring se ha convertido en un aliciente de peso para el desarrollo nacional.
Aun así, y tomando una postura más realista, México carga con importantes deudas al sector productivo, y en especial a aquellos que llegan aquí buscando el nuevo milagro mexicano.
Dentro de este ímpetu, uno de los grandes campos de desarrollo es el de Norteamérica; la ubicación geográfica de México en relación con Estados Unidos y Canadá es un atractivo para esta práctica, pues la cercanía con nuestros principales socios comerciales reduce considerablemente los gastos para las empresas que buscan mover sus mercancías de un lado al otro de la frontera norte.
El nearshoring en México se ha beneficiado también del nuevo Tratado Comercial entre Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC), porque permite la integración y optimización de las cadenas de suministro, ya que reduce o elimina las tarifas aduaneras y busca unificar las prácticas laborales y sindicales, lo que trae consigo un impulso para nuestras exportaciones.
Energías renovables, el pendiente mexicano
En diversas ramas e industrias la creciente demanda por alternativas de energías tradicionales ha sido el común denominador. La generación de energías renovables es hoy un asunto que compete a México no solo por los diversos acuerdos y compromisos internacionales de los que es parte, sino por la necesidad de abrirse aún más a la inversión extranjera y evitar desenlaces penosos como el de Iberdrola en 2020.
Esta apatía del gobierno mexicano por la generación de energías limpias se suma a la exigencia actual por aumentar y mejorar la infraestructura existente en la materia, y unidas sobresalen como las grandes deudas que México tiene con los inversionistas, mismas que no han visto mejora dada la postura actual del gobierno federal de privilegiar y favorecer a empresas estatales y “trabar” el avance de competidores. Esto, es bien sabido, ya nos ha traído “dolores de cabeza” tanto internos como en relación con las responsabilidades y deberes internacionales que tenemos con nuestros socios comerciales e inversionistas.
Y es que la demanda a México por progresar en la rama de las energías limpias no nace de un simple capricho del sector industrial, sino del rezago que padecemos en comparación a otros países.