Si bien ya se anticipaba un repunte de la inflación en enero, los resultados superaron las estimaciones de la mayoría de los especialistas y lo más preocupante es que son los alimentos y bebidas quiénes lideran el aumento de precios, indicó el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado.
A detalle, el rubro de alimentos, bebidas y tabaco (productos procesados distintos a los agropecuarios), sufrió un aumento de 1.25% y que por sí solo causó el 41% del aumento general.
“Esto sin duda continúa gravando sobre el bolsillo de consumidores, especialmente de menores recursos, y presiona al alza los niveles de pobreza”, advirtió.
Por su parte, los precios de servicios se elevaron 0.48%, impulsados por alzas de 0.47% en vivienda, de 0.51% en educación y de 0.48% en otros.
El CEESP detalló que en el primer mes del año el aumento de los precios al consumidor fue 0.68%, el mayor desde agosto de 2022. Su origen principal fue el incremento de 0.71% en los precios del indicador subyacente, que generó el 78% del total de la inflación, y continúa resistiéndose a caer.
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Asimismo, los precios del segmento no subyacente crecieron 0.57%, principalmente debido al ajuste de 1.23% en el precio de las tarifas autorizadas por el gobierno. Los productos agropecuarios, que también tienen una incidencia importante en el consumo de los hogares, aumentaron sus precios en 0.51%. Dentro de ese grupo, los de frutas y verduras crecieron 0.45% y los pecuarios 0.56%.
Respecto a enero del año pasado, la inflación se ubicó en 7.91%, con lo que por lo pronto apunta a una tendencia ascendente. La inflación subyacente se resiste a la inflexión a la baja. En enero se ubicó en 8.45%, la segunda más alta desde agosto del 2000, solo después del repunte de 8.51% de noviembre pasado.
Por su parte, la inflación anual no subyacente fue de 6.32%, y muestra nuevamente un comportamiento al alza por dos meses consecutivos.
Aparentemente, el resultado de la inflación en enero impulsó la decisión de la Junta de Gobierno del Banco de México a elevar la tasa de interés objetivo en 50 puntos base, el doble de lo que el mercado -y quizá la misma Junta- anticipaba.
Además, los indicadores más recientes del INEGI confirman la desaceleración de la actividad económica en el último trimestre del 2022. Con ello, se espera que, al menos en la primera parte del 2023, la actividad sea frágil.
“También habíamos anticipado un debilitamiento del consumo hacia finales del año pasado, señalando su significancia, dada la estacionalidad normal de fin de año y el “buen fin” en noviembre. La idea se confirmaba con la publicación del indicador oportuno del consumo privado que anticipaba disminuciones (-0.4%) para noviembre y diciembre”, añadió.
No obstante, en noviembre el Indicador Mensual del Consumo Privado en el Mercado Interior disminuyó 0.6% respecto al mes anterior. De esta manera, su comparación anual muestra un aumento de 4.1%, el más bajo en los últimos 20 meses.
La desaceleración del consumo podría relacionarse con el impacto de la inflación y de las mayores tasas de interés en el poder adquisitivo. Ambos factores continúan al alza y podrían presionar aún más el consumo de los hogares, inhibiendo el dinamismo de la demanda agregada y por lo tanto del crecimiento de la economía, explicó el organismo.
“Es muy importante que la política económica responda adecuadamente ante la persistencia de la inflación y la desaceleración de la actividad. Hay que evitar controles administrativos de precios, que histórica y universalmente han resultado contraproducentes tarde o temprano”, destacó.