Dignidad post mortem

En los panteones también se vive una situación de crisis: olvido, falta de mantenimiento, infraestructura envejecida y robo de materiales re vendibles de criptas y tumbas

El final de la Pandemia fue declarado, la pesadilla que fue el coronavirus y sus variantes ya pasó y eso nos causa una inmediata esperanza para continuar con nuestras vidas sin la amenaza de contagiarnos, pero en la memoria quedan las historias de aquellos que enfermaron y no sobrevivieron al virus o sus secuelas.

En un periodo corto de tiempo las defunciones aumentaron a un “exceso de mortalidad”, según la clasificación del método de estimación por defunciones esperadas de la Secretaría de Salud. En el momento más crítico de la pandemia no hubo posibilidad de realizar entierros con velorio, las tradiciones se pausaron y los crematorios no dejaron de sacar humo, al menos en la Ciudad de México.

A la pandemia por coronavirus se le sumó la enorme crisis hospitalaria y de abastecimiento de medicamentos en el país, con lo que se ha registrado un mayor número de fallecimientos por causas naturales. Y a éstos hay que agregar un número histórico de muertos por la violencia que vivimos en México. Este contexto fúnebre me hizo cuestionar la situación de los panteones, ¿quién se encarga de ellos? ¿Cuánto espacio libre hay en los cementerios? ¿Tienen las alcaldías y municipios presupuesto para nuevos cementerios o mausoleos públicos?  ¿Qué ha pasado con las perpetuidades?

La zona más poblada del país es la Ciudad de México y su Zona Metropolitana, en esta área no todas las defunciones van a un cementerio, hay trámites para el traslado a otros Estados y cremaciones en instituciones públicas federales o concesionadas. Solamente en la Ciudad de México hay 118 panteones en sus 16 alcaldías y todos tienen que cumplir con el Reglamento de Cementerios.  

Los números antes de la pandemia ya nos permitían vislumbrar el problema de una demanda creciente y una oferta limitada, lo que se conoce entre economistas como “escasez”. Revisando los datos oficiales de la Ciudad de México para finales del año 2019 (antes de la pandemia), encontré que se registraron en los panteones privados 6.4% de fosas disponibles, quedando en panteones públicos el 93.6% de un total de 68,696 fosas sin ocuparse. Cuando el total de defunciones del año 2020 en la Ciudad de México fue de 78,780 personas. 

PANTEONES EN LA CDMX

FOSAS DISPONIBLES EN 2019

Concesionados

14

4,375

Vecinales

83

 

 

64,321

Alcaldías

14

Generales

5

Históricos

2

-

TOTAL

118

68,696

Fuente: DGJyEL

Los 2 panteones históricos son el de San Fernando, en la alcaldía Cuauhtémoc y el Recinto del Cerro del Tepeyac, en la Gustavo A. Madero, ambos considerados una atracción turística también. Y no hay más espacio libre en ellos, menos para un ciudadano común.

En la vigilancia del cumplimiento al Reglamento de Cementerios participan varias dependencias:

1. La Dirección General de Cementerios de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, SEDUVI, otorga los permisos y autorizaciones para construcción y operación de cementerios públicos y privados

2. La Dirección General Jurídica y de Estudios Legislativos, DGJyEL, de la Consejería Jurídica y de Servicios Legales del Gobierno de la Ciudad de México.

3. La Fiscalía General de Justicia de la CDMX investiga y da seguimiento a delitos relacionados con la exhumación e inhumación de cuerpos.

4. La Secretaría de Seguridad Ciudadana, SSC, responsable de la seguridad y protección de los ciudadanos capitalinos y muy activa en los operativos de días festivos como el 10 de mayo y Día de Muertos.

5. La Secretaría de Salud de la CDMX, SEDESA, garantiza las normas sanitarias para prevenir y controlar riesgos para la salud pública. Incluye supervisión del manejo y traslado de cuerpos, control de residuos generados por los cementerios y verificación del estado de las instalaciones y equipos de los cementerios.

Muchos ojos, y aun así, se han presentado múltiples casos de tumbas vandalizadas y tráfico de restos humanos, específicamente huesos. En los noticieros hay varias notas de prensa, televisión y radio sobre estudiantes de medicina y odontología que compran huesos en panteones, a pesar de que hay un protocolo para que las universidades reciban de SEMEFO cadáveres en donación para investigación y ciencia. Practicantes de ritos como la Santería, también buscan restos humanos y al parecer los consiguen con facilidad. Hay muchos panteones abandonados o con poca vigilancia, veladores cómplices o descuidados y listo. El mercado negro de restos humanos sigue vivo.

La vandalización de tumbas también se ha vuelto un problema, una bonita lápida de mármol puede ser robada y revendida, cualquier objeto decorativo de hierro, bronce o herrería corre el riesgo de ser arrebatado de la tumba para venderse. El panteón más grande de la CDMX, el de Dolores, con 700 hectáreas, reportó hace 11 años que los robos en las tumbas eran frecuentes y en el año 2012 fueron abiertas 20 averiguaciones previas por robo y daños en propiedad ajena luego del hurto de 200 puertas de criptas, un “golpe” que requirió la participación de varias personas, planeación, tiempo, selección y transporte. 

Estos sucesos llamaron la atención de legisladores de los partidos Verde y del Trabajo que han presentado iniciativas en los años 2022 y 2023 para aumentar las sanciones por los delitos que componen el mercado negro de restos humanos. La última iniciativa fue un llamado al deber de los legisladores de la Cámara de Diputados para “salvaguardar la dignidad post mortem”. En ella proponen reformar el artículo 280 del Código Penal Federal para adicionar que la pena de prisión sea de 4 a 8 años más una multa de hasta 2 mil veces el valor diario de la Unidad de Medida y Actualización, UMA, vigente, cuando los actos de exhumación no cumplan con los requisitos legales y/o impliquen violación de derechos, además de ser realizados para promover la enajenación y/o comercialización de un cadáver o restos humanos.

La norma jurídica se ha rezagado al punto de no ser un impedimento para el crecimiento de este tráfico de huesos donde, la iniciativa cita como datos oficiales para la Ciudad de México, la existencia de un mercado negro con ganancias que van de los 50 mil a los 7 mil pesos por un esqueleto humano o sus partes.

Otros datos que expone el Partido Verde es que el mercado negro de restos humanos ya se maneja on line y por redes sociales como facebook y whatsapp. Además de que el mayor número de tumbas y lápidas saqueadas se registra entre los panteones de la alcaldía Iztapalapa, aunque todos los cementerios del país también padecen de vandalismo y robos.

Iztapalapa tiene 10 panteones: 2 civiles generales, 1 civil de la alcaldía y 7 vecinales. San Nicolás Tolentino es el más grande, con 113 hectáreas y le sigue San Lorenzo Tezonco con 55 hectáreas, ambos civiles generales. De San Lorenzo Tezonco fue extraído el bebé Tadeo que se encontró en el basurero de un Cereso y que, gracias a una investigación periodística, exhibió una red de tráfico de huesos de todo tipo en ese panteón. Además de sus condiciones de seguridad propicias para estos actos delictivos: solamente 2 guardias contratados por turno más una cerca perimetral abandonada y con huecos donde los traficantes y saqueadores de tumbas entran y salen con facilidad sin que los guardias se enteren. Pero si se percatan de los perpetradores, sus sueldos son suficientemente bajos como para que acepten participar de estos crímenes.

Los otros cementerios, esos 7 vecinales, son de tradición y se administran con patronatos de las mismas comunidades de los pueblos donde se ubican: San José Aculco, Santa Martha Acatitla, San Lorenzo Tezonco, Santiago Acahualtepec, Culhuacán, Santa María Aztahuacán o Santa Cruz Meyehualco.

Fuera de la CDMX hay muchos cementerios comunales cada vez más abandonados por los fenómenos sociales de la migración o el desplazamiento a causa de la delincuencia organizada. Conversé con la antropóloga Silvia Gómez Santana, quien trabajó 22 años con comunidades del sur y del norte de México, muchas veces como parte de la extinta Comisión de Asuntos Indígenas. Silvia fue también reconocida y nombrada Mujer Medicina y con esa vocación continúa viajando de Tabasco a Tijuana, ella sabe cuán importantes son los cementerios para las comunidades indígenas y rurales, con un régimen social donde el comisario o presidente ejidal es quien organiza el cuidado del panteón aunque lo tenga registrado el municipio.

Me cuenta que San Francisco Acautla, Estado de México, es una comunidad rural que conserva esta organización social de ejidatarios a quienes se les respeta la organización del uso y cuidado del panteón. Cuando muere una persona nativa del pueblo es enterrada en el panteón y su familia da una cooperación. Así no hay problema. El terreno dónde se ubica este panteón fue dado por un presidente ejidal y la comunidad se encarga de pagar el salario de las personas que trabajan en su cementerio. Todas las familias cooperan semanalmente para mantenimiento, agua que se tenga que llevar y cuando se tiene que enterrar a un muerto, esa cuadrilla es la responsable de limpiar la fosa y hacer los arreglos para enterrar al difunto. Les dicen la “cuadrilla de la muerte” y ellos saben que deben responder a la comunidad por el resguardo de sus difuntos.

En el panteón de San Francisco Acautla no hay exclusividades, si los hijos que se fueron del pueblo, por ejemplo, a Estados Unidos, al morir quieren que los entierren en San Pancho, como le dicen también las familias, ya no es posible porque es un panteón local para la gente que coopera y vivió ahí.

Hay una inclusión, dice Silvia, solamente para aquellos que no habiendo nacido en el pueblo ya han vivido mucho tiempo en San Pancho y pagado una cuota diferente, más alta, además de haber pedido permiso al comisariado ejidal para ser enterrados en su panteón.

Las comunidades mazahuas de Michoacán y el Estado de México respetan y protegen sus panteones, me sigue narrando Silvia, porque la relación de los dolientes o familiares con los difuntos es cotidiana, les visitan no solamente el Día de Muertos, sino varias veces al mes. Muere una abuela o mamá y organizan un día para ir a comer con ella dónde está su sepultura. Por eso, es la misma comunidad la que se organiza para limpiar el panteón, sin pago, es voluntario y de tradición el servicio por los difuntos. 

En Jalisco hay un panteón muy antiguo, en La Manzanilla de la Paz, cerca del Lago de Chapala. Antes estaba muy adornado y bonito con sus tumbas viejas, recuerda la antropóloga Silvia Gómez, pero ya está abandonado porque el municipio ha puesto muchas trabas y además el pueblo se ha despoblado por la migración hacia los Estados Unidos. 

“En este cementerio hay muchos extranjeros enterrados, canadienses, americanos y algunos europeos, pero ya está muy descuidado y comienzan a verse tumbas rotas o con faltantes. También comienzan las historias del rugir del diablo y los espíritus inquietos”, cuenta Silvia con una sonrisa.

El contraste de lo que sucede en los cementerios del país va del abandono a la sobrepoblación, autoridades tolerantes con el descuido y la poca seguridad que facilita los robos y vandalismo. Se abren carpetas de investigación, pero son las investigaciones periodísticas las que más informan y actualizan a legisladores y público en general sobre lo que ocurre en el mercado negro, la variedad de la oferta de restos humanos, la facilidad para negociar y recibirlos, además de sus usos al margen de la ética y la legalidad.

Este es un tema que no se agota, solamente menciono que las perpetuidades de criptas, nichos y tumbas conservan el nombre, pero con el tiempo han dejado de honrar su denominación. Ahora parecen más un régimen de condominio donde los derechos se pierden con el incumplimiento del pago de las cuotas de mantenimiento. Y a la calle, bueno, el reglamento señala que no pagar el mantenimiento deja al difunto expuesto a ser exhumado y llevado a una fosa común o incinerado.

La palabra “perpetuidad” para depositar los restos de un familiar ha propiciado fraudes en la comercialización de espacios. Especialmente en la Ciudad de México y a partir de 1974, año en que el gobierno de la ciudad eliminó del Reglamento de Cementerios los esquemas de fosas a perpetuidad. La perpetuidad dejaba a los difuntos en paz, solamente dejando a la familia el pago anual del predial. 

Ahora, el artículo 61 del Reglamento de Cementerios solamente permite un descanso de mínimo 7 años y máximo 21 en un panteón civil. Luego de 21 años la familia debe retirar a su difunto y llevarlo a otro espacio o renegociar. Pero si no queda familia o un familiar para encargarse del trámite y traslado o renegociación, pues se libera el espacio y los restos pasan a un crematorio.

Más claro, las perpetuidades adquiridas antes de 1974 continúan vigentes y sin una regulación actualizada, no importa que el pago del predial se rezague, el difunto debiera poder permanecer hasta que algún pariente se interese por ese espacio y actualice sus obligaciones. Pero posterior a 1974 se siguieron vendiendo espacios con la leyenda de “perpetuidad”, en clara falta al reglamento vigente. Así, ¿quién puede descansar en paz?