El mundo en la actualidad puede decirse que gira en torno a la tecnología. Desde la caída de la ex Unión Soviética y la llegada de la globalización los adelantos tecnológicos no se han detenido, cada día somos sorprendidos con nuevas herramientas que pretenden facilitar algún aspecto de la vida del ser humano o satisfacer ciertas necesidades.
A la famosa frase que suele ser atribuida a Benjamin Franklin, pero que otros más aluden que fue pronunciada antes por Daniel Defoe sobre que los impuestos y la muerte son las dos únicas cosas completamente ciertas en la vida, ahora deberíamos sumar a la tecnología, la cual si bien simplifica la existencia también suele conllevar riesgos, nos comenta el maestro Jesús Edmundo Coronado Contreras coordinador editorial de las áreas de Fiscal, Jurídico Corporativo y Comercio Exterior de IDC Asesor Fiscal, Jurídico y Laboral y coordinador de la comisión de Derecho Penal Internacional del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México A.C.
Contexto
En anteriores entregas dentro de esta publicación ya se ha definido qué es el ciberespacio, ese lugar que puede considerarse un intangible o más bien que en esencia puede afirmarse que es un “Amazonas salvaje”; un espacio con una escasa o casi nula regulación en el cual confluimos la mayor parte de los seres humanos directa o indirectamente.
La dependencia en la tecnología es innegable en nuestros días, voluntaria o involuntariamente prácticamente en cada instante empleamos algún tipo de dispositivo electrónico. De la invención de la rueda, la tecnología ha buscado mejorar nuestra calidad de vida. Actualmente, gracias a estas nuevas herramientas el comercio se ha facilitado, las comunicaciones son más sencillas, por lo que las transacciones de carácter comercial también. El mundo se ha unido por medio de los instrumentos tecnológicos y gran parte de estas operaciones son llevadas a cabo a través de estos.
La interacción en el ciberespacio ha permitido que casi todo el mundo se encuentre unido o medianamente enlazado. Se quiera o no, en estos tiempos ya no es un gusto sino una necesidad el tener cuentas de correo electrónico e incluso redes sociales. Existen individuos que todavía son reticentes al uso de las tecnologías, pues como toda herramienta creada por el ser humano esta conlleva beneficios y riesgos, muchas veces más los segundos que los primeros, ya que puede utilizarse para el bien, pero también para el mal. Eludir su empleo en esta vida se ha vuelto prácticamente imposible, como enuncia la frase de Daniel Defoe y Benjamín Franklin, pero ahora deberíamos incorporar una tercera, que es la tecnología y en particular la interacción en el ciberespacio.
La muerte digital fue tema digno de análisis, el cual fue realizado ya anteriormente dentro de estas páginas y que para aquellos interesados recomendamos su lectura mediante el escaneo del código QR que aparece en este apartado; pero existe otro tema, los impuestos digitales.
Escenarios
La posibilidad de satisfacer necesidades básicas de los consumidores por medio de plataformas electrónicas es muy frecuente, actividades como estudiar, comprar artículos básicos o transportarse, entre otros, están permitiendo especialmente que las redes sociales estructuren un modelo económico capaz de sustentar el desarrollo empresarial sin límites fronterizos.
El nuevo escenario económico desarrollado en casi todo el mundo, exige que los gobiernos de los diferentes países deban reinventar su intervención respecto a cómo se efectúa una adecuada intervención estatal en el aseguramiento de que la generación de riqueza y su distribución vaya en función del interés público, especialmente cuando históricamente ese accionar se ha llevado a cabo en muchas ocasiones favoreciendo una competencia desleal, aprovechada por algunos individuos.
La información a disposición y el constante intercambio de datos, sumado a la confianza de los consumidores han sido aspectos cruciales y diferenciadores que han consumado el éxito de la economía digital; y que la competencia por mejores bienes y servicios se libre en el ciberespacio y no en el mundo físico únicamente.
De ahí que se tenga que revaluar la labor de tributación no solamente desde el aspecto local, sino que inclusive plantearse a nivel global, pues como se ha venido precisando en líneas anteriores la aldea digital la habitamos todos y el introducir gravámenes en este metaespacio producirá un impacto en todos los contribuyentes.
Retos
En la edición 443 de 30 de junio de 2019 se publicó dentro de estas mismas páginas que Francia aprobaba la famosa “tasa Google” (aquellos interesados pueden escanear el código QR disponible en este apartado) ello debido a que a nivel europeo no se había alcanzado el consenso necesario para introducir un gravamen a las grandes empresas del mundo digital.
El impuesto conocido como Gafa (acrónimo de Google, Apple, Facebook y Amazon) afectará a empresas con un volumen de negocio mayor a 750 millones de euros en su actividad digital y más de 25 millones de euros en Francia.
Lo anterior, debido a que muchos países no desean aplicar el gravamen por su cuenta, sino que quieren alcanzar un acuerdo a nivel de la OCDE / G20. Francia ha sido el único en aprobar un impuesto semejante y es que su gobierno pretende recaudar 1050 millones de euros entre 2019 y 2020.
En la Unión Europea (UE), la tasa Google fue frenada por el bloqueo que impusieron Irlanda y los países nórdicos, a nivel local otros países como España buscaban introducirla en presupuestos generales, pero su congreso la rechazó.
De la última reunión sostenida por los ministros de finanzas de integrantes del G20, se acordó impulsar los trámites que se requieran para crear ese impuesto a nivel de sus miembros. Que el gravamen haya sido denominado aludiendo a las grandes corporaciones no significa que nada más tenga un impacto en estas.
Se especula que se pretende que con este impuesto los gobiernos nacionales puedan gravar a las compañías que vendan bienes y servicios en sus territorios, aunque no tengan una presencia física en ellos; y que el G20 quiere restringir que las grandes corporaciones tecnológicas puedan tributar los beneficios en otros países con impuestos más bajos, como es el caso de Irlanda que se ha beneficiado de esa situación; ello lo lograría obligando a que la empresa tenga que pagar un impuesto mínimo en la nación en donde se haya generado la cifra de negocio.
Lo anterior, es parte de las reuniones preliminares y por el momento todavía no existe una propuesta formal, pero debido al interés de algunos gobiernos es viable que se concrete paulatinamente.
Eso dentro del espacio europeo, pero no son los únicos a nivel mundial, en África por ejemplo también existen gobierno que pretenden incorporar una tributación especial para las redes sociales y su uso.
A mediados de 2018, Uganda estableció un impuesto al uso de las redes sociales y de las principales plataformas de comunicación. Por lo que para acceder a Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp o Skype los ciudadanos tendrían que pagar al gobierno, aproximadamente 30 pesos al mes.
La medida fue respaldada por el presidente Yoweri Museveni con argumentos como: “chatear en redes sociales es un lujo de gente disfrutando o siendo maliciosa” o “las personas las usan para mentir y luego no quieren contribuir con la riqueza del país de la que están haciendo mal uso”.
El ministro de finanzas ugandés refirió que: “buscamos dinero para mantener la seguridad del país y desplegar electricidad, para que la gente pueda disfrutar más de las redes sociales, de forma más frecuente”.
Los detractores del gobierno sostuvieron que la medida solamente iba encaminada a imponer la censura en línea. Ello debido a que el gobierno afirmó su intención de desarrollar redes sociales con control gubernamental.
La Comisión de las Comunicaciones de Uganda (UCC por sus siglas en inglés) presentó un informe en el que se observa el impacto que el impuesto ha tenido en la población y este ha sido devastador.
En los primeros tres meses se perdió a tres millones de personas conectadas a Internet. El primer mes 50 % de los usuarios pagaron el impuesto, pero desde entonces decayó.
La libertad de expresión peligra en muchos países africanos, como es el caso de Egipto, donde el gobierno puede bloquear cuentas de más de cinco mil seguidores si detectan que han propagado noticias falsas; en Tanzania una ley grava con 930 dólares anuales a los bloggers que publiquen en línea.
En países con medidas restrictivas como China, el uso de redes virtuales privadas (VPN) es el mecanismo predilecto por los ciudadanos para conectarse a servicios bloqueados, como pudiese ser el caso de Uganda.
Muchos usuarios que siguen empleando Internet, en lugar de pagar el impuesto, decidieron usar aplicaciones de VPN con las que superan la imposición gubernamental. Sin embargo, como se esperaba las teleoperadoras han incentivado la adopción de la norma.
Por su parte en México, este tema también ya se ha tratado y ha suscitado cierta controversia. En 2018 se especuló que dentro del paquete económico para 2019 se incluirían impuestos digitales, situación que al final no se actualizó. No obstante, en mayo pasado se anunció la llegada a un acuerdo entre el SAT y empresas como Uber, Cabify, Cornershop. SinDelantal, entre otras para que retengan mensualmente un IVA de 8 % y un ISR entre 3 y 9 % a los prestadores de servicios de transporte y entrega de alimentos.
Gravar a las empresas digitales es un reto significativo para las autoridades gubernamentales debido a que siempre se ha partido de que el ciberespacio es un lugar libre y que puede autorregularse sin necesidad de la intervención de ningún poder público. Pero debido al accionar de la ciberdelincuencia y que el crimen organizado transnacional muchas veces también se ha válido de estas herramientas brindadas por la tecnología para orquestar y patrocinar sus esquemas delictivos es que se ha tenido que recurrir a que las autoridades gubernamentales incidan de cierto modo.
Comentario final
La UE no es única en gravar los productos y servicios digitales, como se ha podido apreciar cada vez más aumentan las leyes en ese aspecto. Los gobiernos alrededor de todo el mundo no quieren perder su “trozo del pastel impositivo mundial”.