Biochip en el futuro de la vida cotidiana

Es la biotecnología la vía para facilitar muchas cuestiones o complicarla más

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 (Foto: Gettyimages)  (Foto: Redacción)

Por Jesús Coronado

El biochip es un microdispositivo cilíndrico de 12x2 milímetros, capaz de almacenar hasta 880 bytes y que brinda la posibilidad de interactuar con la tecnología que nos rodea.

Desde febrero de 2015, la empresa de seguridad Kaspersky Lab lo ha estado probando por medio de su vicepresidente global de marketing, Evgeny Chereshnev, quien en una convención “Security Analyst Summit”, en Cancún se implantó el mencionado dispositivo. En el blog de la compañía es posible seguir ciertos avances.

El chip está dentro de un estuche de vidrio y para introducirlo se requirió de un inyector y una aguja de tres milímetros. Se insertó entre el dedo pulgar y el índice, tomando no más de cinco segundos, como si fuera una extracción de sangre común.

Su funcionamiento requiere que se acerque a un lector, porque emplea tecnología de comunicación de campo cercano (NFT por sus siglas en inglés), no tiene Wi-Fi o Bluetooth, pues para ello sería indispensable contar con una batería y su costo es de 100 dólares.

El experimento desarrollado por Kaspersky Lab busca que el biochip sustituya cualquier clase de licencia como los pasaportes, también puede servir para certificados de seguros médicos, tarjetas de descuento y bancarias o dado el caso boletos de avión, metro o tren, desea eliminar la necesidad de portar un plástico o papel. 

Hasta el momento, se ha utilizado como lector para abrir puertas (oficinas o autos) sustituyendo las llaves convencionales. Algunos hoteles, generan una única llave electrónica temporal  o una aplicación como SPG Keyless en smartphones, que permite a una persona que previo el pago de su alojamiento pueda abrir o cerrar la puerta con su dispositivo equipado con la tecnología NFC. El biochip reemplazaría eso, además ciertas empresas se han pronunciado porque sirva para sustituir contraseñas. La firma especializada en seguridad también sostiene que su utilidad alcanzaría ese sector, ya que protegería dispositivos como teléfonos, computadoras y demás de posibles robos de información.

Sin embargo, el uso de este tipo de herramienta conlleva una serie de complicaciones. Qué sucedería si el biochip no se inicia adecuadamente y no es posible abrir puerta alguna (hogar, oficina, gimnasio, coche, etc.) o se me niega la posibilidad de pagar cualquier servicio o un agente de tránsito no esté el registro. Es evidente que problemas de semejante índole se presentan ya en la actualidad cuando se olvidan o pierden las llaves o las credenciales o tarjetas bancarias, pero la dependencia en la tecnología nos hace todavía más difíciles en algunas ocasiones la vida cotidiana.

Por ejemplo, la facilidad de contar con una agenda electrónica disponible en todo momento ha generado que las personas no recuerden los números telefónicos de amigos o familiares. La memoria se limita a guardar muchas de las claves que se tienen para acceder a las diversas cuentas que se tienen en la actualidad y en varios casos, ni eso. Si el biochip no da autorización por cualquier razón el usuario no podrá acceder a sus contactos. Un apagón eléctrico o corte de electricidad, situación que ocurre comúnmente en los países en desarrollo, volvería inútil el uso del chip.

Al igual que los sistemas biométricos, este biochip si se vuelve vulnerable ante un ciberdelito podría comprometer a la víctima y tener consecuencias severas. Habrá que seguir con detenimiento el posible desarrollo de esta tecnología, así como sus ventajas y desventajas.