El trabajo es para los colaboradores, la fuente de la cual obtienen todos los satisfactores de su vida personal y familiar, y si estos se ganan, aquellos fortalecen sus lazos sociales, permitiéndoles enfrentar cada día los desafíos en cualquiera de los ámbitos en donde se desenvuelve.
Aunque debe considerarse que no se trata solo de presumir que se tiene empleo en tiempos tan adversos a nivel económico o social, sino sentir ser parte de una actividad o un proceso; es decir, que los subordinados tengan consciencia de su aportación en el crecimiento de las empresas, a través de las ideas que externan, la fuerza que imprimen y su arrojo cotidiano.
Si bien esto conlleva que cada subordinado asuma las riendas de su vida, también lo es que las empresas juegan un papel importante, pues crean las condiciones laborales y el entorno de trabajo propicio para que sus equipos adquieran esta visión positiva de sí mismos (esto es diseñar un ambiente de trabajo seguro, amable, adecuado y cómodo).
Además, las compañías pueden ayudar a su personal a lograr una evolución de esta naturaleza a través del fomento de una cultura de empoderamiento que los convierta en los verdaderos generadores de sus éxitos e impulsores de su crecimiento, esto es transmitiéndoles máximas que se transformen en auténticas anclas para conseguir su evolución.
El empresariado tienen que contemplar la razón por la que es conveniente realizar esta contribución, los colaboradores exaltan y valoran el lado humano de los empleadores con quienes comparten su bagaje de experiencias, conocimientos y su vida, lo que para las organizaciones se traduce en la mejoría de la productividad de la empresa.
Así las cosas, se debe permear en el personal máximas que induzcan a los individuos a tomar el control; para ello a continuación el maestro Jesús Gallego, experto en inteligencia emocional; coach certificado por John Grinder y de Programación Neurolinguística expone esos valores que encauzarán a los subordinados hacia la responsabilidad de dirigir su existencia bajo estrategias concretas.
“La vida es bella” siempre me ha parecido una película fascinante y, esta escena en particular, creo que es una síntesis de la misma: dura y tierna, cómica y dramática, romántica y conmovedora. La propuesta de RobertoBenigni recuerda las palabras de Florence Scovel cuando decía que “la mayoría de la gente considera la vida como una batalla, pero la vida no es una batalla sino un juego” Y si fuera así, ¿cómo va el juego?, ¿vamos ganando?
Inicia el juego ¿cómo pensar?
Todos los seres humanos han nacido para ganarlo, pero no es en contra nadie, vencer no implica llegar primero, sino correr lo más que se pueda.
Significa que cada individuo suba todos los días al escenario de la vida y sea el protagonista del papel que le corresponde, según el guión que decida escribir.
Ganar, significa jugar la mejor partida con las cartas asignadas, independientemente de cuáles tengan los demás, y esta partida ha comenzado y, se quiera o no, ya están en el escenario de su vida.
La pregunta no es si quieren subirse e interpretar un papel, sino cómo se va a interpretar, porque las cámaras ya están en marcha; aquí, los patrones fungen como impulsores; por ende pueden orientarlos hacia las siguientes reflexiones:
- elija el guión de la vida, Oscar Wilde dijo: “se tú mismo, el resto de los papeles ya han sido tomados”. No permitir que otro lo escriba, sea usted quien tome las decisiones más importantes, decida quién se quiere ser y cómo actuar
- no espere a que otro entre en juego, ¡solo juegue su mano! estar expectante a que sucedan las cosas no evitará la responsabilidad de desarrollar el mejor papel, pues no jugar o apostar, es perder la partida
- visualice que es el jugador y no las cartas, las circunstancias que tiene la existencia, por duras o difíciles que sean son únicamente eso, los sujetos son quienes deciden. Se puede vivir con la sensación de ser las cartas que tocan o entender se es el responsable de moverlas
- si no se puede cambiar la mano, jugar la mejor partida, los naipes repartidos por la vida no se pueden elegir, pero sí es posible seleccionar cómo se ejecuta aquella
- independientemente de las cartas, todos los días es posible ganar, solo el protagonista tiene la aptitud de transformar una mala jugada o un error en victoria, basta con aprender algo de ello, los yerros se consideran desastres si no se aprende de estos
- fracasar no es perder una mano, es retirarse del juego, errar o tropezar no es la causa del desastre, el origen es no levantarse y seguir luchando
- juegue a ganar en vez de jugar a no perder, se tiene éxito cuando hay claridad sobre la jugada que se desea, el objetivo, lo que se necesita conseguir, y se aplica pasión o corazón. Por ello, no se debe malgastar el tiempo y la energía pensando en lo que no se quiere o de las maneras en que puede resultar mal
- si no se sabe hacer una partida con malas cartas, tampoco se ganará al tener buenas, la mejor versión de cada persona depende de sus decisiones no de las que se hubiesen recibido. Y cuando la situación mejore, es viable observar que se convierte en mejor jugador
- al final de la partida, el resultado es de usted, no importa qué cartas reciba, o quienes juegan a su lado, habrá dirigido sus jugadas y los efectos son propios. No debe eludir las consecuencias ni la responsabilidad de no haber movido bien los naipes, y
- será feliz no cuando gane la partida sino cuando aprenda a jugar, el apostar todo y fuerte, como señaló Maslow: “si planeas deliberadamente ser menos de lo que eres capaz de ser, corres el riesgo de ser infeliz durante el resto de tu vida”
Lo importante es que una vez terminada la partida de cada día, sea viable descansar a gusto porque se dejó todo en esta dinámica, se jugó el mejor papel y se logró ser quien se deseaba ser.
Toda acción tiene un impacto y el hombre no está solo, más pronto o más tarde, nuestra actuación tiene un impacto en los demás.
A Guido le tocaron unas pésimas cartas, pero las supo jugar muy bien, se diría que las empleó de una forma brillante. Esto significó para su hijo conseguir el carro de combate, pero fue algo más, mucho más: le ayudó y nos enseño a los demás a vivir la vida de una manera más bella. ¡Gracias, Guido!, ¡Gracias Benigni!
Conclusión
Los empleadores, por medio de sus líderes, pueden sembrar en su personal estas ideas con el ejemplo, y transmitiéndoles aquellas como axiomas, pues las mismas encierran la obligación de conocerse a sí mismo, de visualizarse como el responsable de sus propias determinaciones y conductas, dentro de los procesos corporativos en los cuales participan.
De esta manera contarán con una plantilla en control de su vida y sus decisiones, protagonistas de su actuación, la cual se proyectará como un valioso poder en su desempeño diario.
Finalmente, es menester observar que esto genera un reto patronal: aplicar las estrategias necesarias para encauzar esa energía en la productividad empresarial.