Las medidas de confinamiento provocaron el cierre de teatros, cines, circos y demás centros de espectáculos, así como la suspensión o cancelación de producciones cinematográficas, televisivas y musicales, y aunque han tenido que adaptarse para sobrevivir, los más afectados son los trabajadores de ese ramo.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló la repercusión negativa que esto ocasionó, ya que la mayoría de los colaboradores de ese sector perdieron su empleo y quedaron sin acceso a un programa social o de apoyo; por lo que alzó la voz para buscar la viabilidad de amparar al sector cultural y creativo.
Los artistas no suelen gozar de una protección social efectiva, debido a la naturaleza de su empleo, la irregularidad de sus ingresos, su trabajo ocasional y en ocasiones, su movilidad geográfica (art. 304 y 306, LFT).
Algunos de ellos, ni siquiera son sujetos de una contratación laboral, y solo en caso de celebrarse esta, suele ser por tiempo determinado, o por temporada para una o varias funciones, representaciones o actuaciones (art. 305, LFT).
Si bien, la seguridad social es un derecho humano integrante del trabajo digno y decente, que protege al empleado en caso de quedarse sin un ingreso, la mayoría de los artistas y músicos no gozan de ese derecho porque no alcanzan a reunir los requisitos para poder acceder a algún apoyo establecido en las leyes.
Han sido pocos los países que han adoptado medidas de urgencia para apoyar a la esfera artística; por ejemplo, en Francia, ante la llegada del COVID-19, implementó un sistema de protección social para los trabajadores freelance de las artes escénicas, el cual toma en cuenta las peculiaridades de las profesiones en los sectores teatral, cinematográfico y audiovisual, pagándoles una indemnización por desempleo especial acorde con el tiempo trabajado en el último año; sin embargo, esto no ha sido suficiente.
Por ello, las medidas que se implementen para hacer frente a la situación que estamos viviendo, deben servir a todas las personas en caso de necesidad.
En ese sentido, los sistemas de protección social deben ser integrales y adaptarse a la situación de todas las personas, incluyendo soluciones innovadoras con respecto a su formulación y financiación para abarcar a toda la población de forma eficaz, independientemente del tipo de empleo que desempeñen, como el caso de los actores y músicos y demás participantes del mundo cultural y artístico.
Sin duda, todos queremos que estas industrias no mueran, por ello es preciso reconocer que sus colaboradores realizan una labor esencial que necesita una protección especial.