Desigualdad laboral, ¿fenómeno del siglo pasado?

La modernidad no está reñida con los derechos fundamentales ni laborales, los cuales se deben respetar si una persona hace su trabajo remoto

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 .  (Foto: Getty, Diseño elaborado en Canva con elementos de LightFieldStudios de Getty Images y Natali Barbani de sketchify)

“No puede ser que tengamos personas incorporadas al mundo del trabajo que carecen de los derechos de ciudadanía. Y esto pasa en el siglo XXI”, afirmó la  vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social del Gobierno de España, Yolanda Díaz Pérez. 

En el conversatorio Derechos humanos laborales ante un mundo en transformación, organizado por la Facultad de Derecho (FD)  de la UNAM, destacó que los derechos laborales  permiten ensanchar la democracia, y hoy enfrentamos un desafío civilizatorio que es combatir la desigualdad y las múltiples formas de la precariedad que impiden vivir con dignidad a los trabajadores y avanzar hacia la igualdad

Por ello, resaltó que el mercado laboral debe ser feminizado y tener relaciones laborales igualitarias, no sólo en el ámbito primario, con idénticos derechos e iguales retribuciones, sino tener una mirada diferente, con la aportación del feminismo.


Díaz Pérez detalló que esa feminización incluye incorporar en las partes de la negociación entre sindicatos y empresarios los derechos fundamentales de las mujeres y de las personas LGBTIQ+, y avanzar a un lugar donde la democracia sea real.

En el Aula Magna Jacinto Pallares de la FD refirió que la modernidad no está reñida con los derechos fundamentales ni laborales, los cuales se deben respetar si una persona hace su trabajo remoto.

¿El homeoffice también requiere de igualdad?

La economista Norma Samaniego Breach, integrante del Consejo Académico Asesor del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo, dijo que las comunicaciones y la tecnología han cambiado a una velocidad jamás vista por la humanidad. La “gran corporación” que fue modelo, ya no tiene una gran planta laboral, sino que se estructura en torno a proyectos efímeros, dispersos en el mundo.

Muchos trabajos, manuales e intelectuales, han sido sustituidos hoy por las máquinas. También, los remotos son “una nueva modalidad para la cual no tenemos una estructura real de protección”.

La lucha de las organizaciones laborales también ha cambiado; antes se centraba en el salario y las condiciones de trabajo, y ahora, muchas se preocupan por cómo puede sobrevivir la empresa ante los cambios y el despido de miles de empleados, y los esquemas de seguridad enfrentan problemas por la mayor esperanza de vida de la población que pone en jaque a los sistemas de pensiones en el mundo. Los retos son muchos, concluyó.

En ese sentido, Díaz señaló que esas grandes transformaciones no se deben asumir con miedo; por el contrario, se requiere mandar dos mensajes: uno de esperanza a los trabajadores del mundo, pues los grandes cambios son compatibles, por muy difíciles que sean, con los derechos laborales y la fortaleza colectiva; otro, de que viva la modernidad, las transformaciones tecnológicas, digitales, ecológicas, feministas y las que fueren, pero siempre con derechos fundamentales y laborales.

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