Desde principios de marzo, cuando discreto el coronavirus iba infectando a la población en México, las organizaciones de trabajadoras del hogar comenzaron a recibir denuncias de despidos. Eran los primeros síntomas de lo que vendría después.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reportó, por primera vez, la pérdida de empleos en este sector. Mientras que en marzo estaban afiliadas 21,528 al programa piloto, para abril eran 21,133. Con ellas, otras 600 personas beneficiarias dejaron de tener acceso a la salud.
También sus salarios se redujeron. En marzo, el salario promedio que percibían era de 5,082 pesos mensuales. Para el siguiente mes fue de 4,975 pesos.
Son 395 trabajadoras que se quedaron sin la cobertura del IMSS en abril. Antes de que se hagan comparaciones con la pérdida total de puestos de trabajo en otros sectores hay que aclarar: sólo 0.9% de las empleadas está afiliada.
En el universo de 99.1% sin inscripción al Seguro Social, una gran parte ha sido despedida, “descansada” sin goce de sueldo, se “quedó atrapada” en la casa de sus empleadores o en sus pueblos, a donde volvieron tras quedarse sin trabajo, según informan activistas.
Marcelina Bautista Bautista responde por fin mi llamada. “Aprovechemos, porque seguro pronto me volverán a hablar”, me dice riendo. De marzo a mayo, el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH), el cual dirige, ha recibido más de 300 quejas por violaciones a sus derechos laborales en el contexto de la pandemia por Covid-19.
Hasta el momento tiene conocimiento de una trabajadora y un trabajador contagiados. Él se infectó en el trabajo; ella, “es muy probable que en el trayecto de su casa a la de sus empleadores”.
También han recibido denuncias de violencia doméstica contra las trabajadoras durante el confinamiento. “A una de ellas la golpeó su esposo, tuvo que salir porque y él la amenazó con matarla si regresa”. Está a salvo, pero fuera de su hogar.
En la montaña guerrerense
También la activista Petra Hermilo Martínez tarda en responderme desde Guerrero. Anda apurada buscando apoyos para sus compañeras despedidas. Ayuda que seguramente ella misma necesitará.
“Ese virus nos ha traído consecuencias muy graves, en las últimas semanas al menos 50 se quedaron sin trabajo” en Chilpancingo. Petra Hermilo, fundadora y coordinadora de la Red de Trabajadoras del Hogar, fue despedida la semana pasada. Su empleadora le dijo que no tenía dinero para pagarle. “Nada, ni salario ni liquidación”, cuenta.
La dirigente del movimiento en esa entidad tiene 60 años. Acudía tres veces a la semana a limpiar, comprar y preparar alimentos para el desayuno y la comida; y encargarse del aseo y arreglo del jardín. Por cada jornada ganaba 120 pesos, menos de un salario mínimo (123.22 pesos).
Corría con suerte. Al estar en la capital de Guerrero, Chilpancingo, podía tener ese sueldo. Pero algunas trabajadoras en comunidades de Tlapa, en la región de la montaña, recibían apenas 50. Ahora muchas se regresaron a sus pueblos.
Por el confinamiento y la lejanía de esas comunidades, no sabe cuántas más están siendo afectadas. “Muchas de las que trabajaban acá en Chilpancingo volvieron a sus pueblos, pero ahora la comunidad no les permite salir por miedo al contagio”.
La red que dirige agrupa a 647 trabajadoras, pero en “Guerrero vivimos más de 74,000. Y seguro nuestra historia se está repitiendo en la mayoría de ellas”.
Erika y Manuela, dos historias
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en México hay cerca de 2.4 millones de personas que se dedican al trabajo del hogar remunerado. Nueve de cada 10 son mujeres.
Si esta actividad ya está definida por una marcada división de género del trabajo, y por eso hay tantas mujeres en ella, dentro hay todavía otra. Los hombres contemplados como trabajadores del hogar son choferes o jardineros, no lavan ropa, ni cuidan de infantes ni hacen de comer.
“El trabajo del hogar se ve como responsabilidad de las mujeres, casi que por biología nos corresponde. Las amas de casa, por amor. Y las trabajadoras, porque les tocó; entonces, no se contempla salario para ellas, sino una ayuda”, explica Geraldina González de la Vega, titular del Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred).
Si bien en los últimos dos años las trabajadoras lograron “avances significativos,” con la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que ordenó al IMSS adecuar sus normas para que su afiliación sea obligatoria, y con la reforma a la Ley Federal del Trabajo que les reconoció sus derechos, “hace falta un profundo cambio cultural”, dice la funcionaria.
Las denuncias que han recibido en CACEH, cuenta Marcelina Bautista, una de las principales impulsoras de esos cambios en el país, tienen que ver con despidos, reducción de salarios o mandarlas a sus casas sin sueldo. “Les dicen que cuando todo se normalice y no las vuelven a llamar”.
Esto último le pasó a Erika Segundo. La joven de 21 años trabaja para tres empleadoras diferentes en la Ciudad de México. Una de ellas “ni en un mensaje me ha dicho nada”, cuenta. La entrevista la distrae de sus estudios de bachillerato en línea. Mientras, su hijo de cuatro años es cuidado por su papá.
Otras de las quejas son de empleadas de planta. “Les dieron a escoger: te quedas, o te vas, pero sin sueldo”, informa Marcelina Bautista. Lo que está pasando con varias que bajo esas condiciones se quedaron, es que sus tareas y jornadas aumentaron. “Trabajan hasta los domingos, tienen que desinfectar más, hasta a las mascotas que sacan a pasear”.
Otras han vuelto a sus pueblos, donde hay mínimas opciones de ingreso. Manuela Hernández, por ejemplo. Desde finales de marzo está en Tetela de Ocampo, Puebla.
Unas semanas antes intentó poner de acuerdo a sus tres empleadores en el pago de sus cuotas del IMSS. Le apremia que dará a luz a finales de julio. Pero una empleadora se negó a pagar su parte y después “me dijo que ya no fuera. No habló de darme dinero ni nada”, dice tímida.
El seguro social le quitaría un gran gasto del parto. Además de que podría asegurar a su hija de 4 años y a su esposo, un taxista que, como ella, tiene 26 años de edad y un trabajo informal por el que nadie quiere pagar en este momento.
Contagiar la solidaridad
Algunas personas están siendo responsables y sí les están pagando el salario, aunque no vayan a sus casas, comenta Marcela Azuela, directora de la organización de empleadores Hogar Justo Hogar. Tanto Manuela Hernández como Erika Segundo tienen dos contratantes que les siguen pagando su salario.
En otros casos se llegó al acuerdo de que era mejor que permaneciera en el lugar de trabajo. “Ahí hay que poner atención a que les respeten actividades, jornadas y días de descanso”, apunta.
La crisis sanitaria se ha convertido en una económica también, subraya la activista. “A muchos empleadores los despidieron, les redujeron el sueldo o están perdiendo dinero por la actividad que realizan”, señala.
“Pero no se puede comparar con la situación de una trabajadora del hogar, que en verdad va al día, no tiene capacidad de ahorro para enfrentar esta crisis”, indica Marcelina Bautista.
En ello coincide Marcela Azuela. Por eso hace un llamado a “contagiar la solidaridad y ser responsables, dar como empleador lo que exigen y merecen como empleados. Si les descontaron 15% y en verdad no pueden hacer reducción de otros gastos, pues que sea ese porcentaje el que le retengan a la trabajadora. Pero no más o todo”.
Pide que sean conscientes que despedirla “es arrojarla a la miseria y a sus familias, porque muchas tienen dependientes económicos. Si dejaron de ir a trabajar no es por gusto o por floja. Es algo que rebasó a todo el mundo”.
Marcela Azuela y Geraldina González de la Vega, presidenta de Copred, son optimistas. Creen que estos momentos de confinamiento servirá para que muchas personas valoren el trabajo del hogar y de cuidados.
El polvo no se quita mágicamente y los platos se acumulan, dice la funcionaria. “Ahora podemos ver que es un trabajo que hay que reconocer y pagar cuando se contrata a alguien para realizarlo”.
En las tareas del hogar y de cuidados deben participar todos: los gobiernos con políticas públicas y los particulares haciendo lo que les corresponde, dice Marcela Azuela. “Ojalá que al volver seamos menos abusivos y cuidemos a quienes nos cuidan”.
Mecanismos de denuncia
En caso de ser necesario, las trabajadoras del hogar pueden recibir asesoría, denunciar discriminación o despidos a través de los siguientes canales:
» Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (Conapred)
- Teléfono: (55) 5262-1490
- Correo: quejas@conapred.org.mx
» Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred)
- Teléfono casos urgentes: (55) 4600-8233
- Línea No Discriminación: (55) 5658-1111
- Correo: quejas.copred@gmail.com
» Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo (Profedet)
- Teléfonos: (800) 717-2942 y (800) 911-7877
- Sitio web: https://procuraduriadigital.stps.gob.mx/
» Procuraduría de la Defensa del Trabajo de la Ciudad de México
Llamadas y mensajería por Whatsapp:
- Procuradora: Sara Morgan, (55) 4605-9232
- Subprocuradora de Atención a Mujeres: Lourdes Lezama, (55) 4606-8313
- Subprocurador de Conciliación y Defensoría: José Luis Luna, (55) 4612-2694
» Sindicato Nacional de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar (Sinactraho)
» Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (Caceh)
Teléfonos:
- Norma Palacios, (55) 6510-4586
- Marilú Pádua, (55) 5495-2256
- Isidra Llanos, (55) 2866-3467
Con información de Factor Capital Humano.