REPSE, una deuda pendiente en la formalización empresarial
El REPSE también ha puesto en evidencia la fragilidad de una parte significativa del tejido empresarial mexicano
En México, el Registro de Prestadoras de Servicios Especializados u Obras Especializadas (REPSE) nació con una intención clara, poner orden en la subcontratación, transparentar las relaciones laborales y garantizar que las empresas cumplan con sus obligaciones en materia de seguridad social, fiscal y laboral. Sin embargo, la realidad que hoy enfrentamos revela un panorama preocupante, donde no todos están dispuestos —ni en condiciones— de jugar bajo las reglas establecidas.
De acuerdo con la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), en 2024 las compañías que se inscribieron al padrón en 2021 tuvieron que renovar su registro. El dato es revelador: sólo el 53% logró cumplir nuevamente con los requisitos. Es decir, prácticamente la mitad de las empresas quedó fuera, lo que refleja una mezcla de deficiencias administrativas, falta de profesionalización y, en algunos casos, un desinterés por operar dentro de la formalidad.
El impacto de este incumplimiento no se queda en el papel. Las empresas que deciden contratar a proveedores sin un REPSE vigente se colocan en una posición de alto riesgo legal y reputacional. Desde sanciones económicas hasta la pérdida de confianza con clientes y trabajadores, la omisión de verificar este requisito básico puede convertirse en un obstáculo difícil de revertir. Más aún, pone en entredicho la seriedad con la que se asume la cadena de valor en sectores clave de la economía.
A lo largo de la operación del REPSE, se han cancelado 60,000 registros, de los cuales apenas 15,000 empresas lograron recuperarlo. La lección es evidente: entrar al padrón no basta, hay que sostener el compromiso con la formalidad. Y quienes no lo hacen terminan por exhibir su falta de visión y responsabilidad.
Lo cierto es que, más allá de la intención original, el REPSE también ha puesto en evidencia la fragilidad de una parte significativa del tejido empresarial mexicano. La formalización no puede ser entendida únicamente como un trámite administrativo; implica un cambio profundo en la cultura de cumplimiento y en la manera de concebir la relación con el capital humano.
En este contexto, las compañías tienen un reto doble: ser rigurosas al elegir con quién trabajan y, al mismo tiempo, exigir a las autoridades que el REPSE sea un instrumento claro, transparente y accesible. Porque si bien la regulación busca poner piso parejo, su aplicación no debería convertirse en un obstáculo que limite la competitividad, sino en una palanca que impulse la confianza y la sostenibilidad de los negocios en México.