Luis se levantó el día de hoy, su teléfono móvil le ha recordado que en su agenda tiene dos tareas que no puede olvidar. Debe acudir a una reunión de trabajo por la mañana y adquirir un disfraz para que su hijo lo lleve a un evento organizado por su escuela. Adicionalmente, dentro de poco será el aniversario número 20 en que su pareja y él se conocieron.
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Por fortuna cuenta con un asistente personal que se hará cargo de que lo celebre en grande y le dará todo hecho. Su teléfono sabe que ese día se acerca y conoce los gustos tanto de Luis como de su cónyuge. Así que organiza un viaje a la ciudad favorita de ambos. Reserva la habitación de hotel en donde se quedaron la primera vez que visitaron dicho lugar, localiza un restaurante para cenar y busca los vuelos más adecuados para asistir ahí el próximo fin de semana. Con todo listo, presenta el plan a Luis, quien dará su aprobación sin dudar y sin tener que haber hecho nada.
El nombre y la historia anterior es ficticia, los teléfonos todavía no son capaces de realizar decisiones por sí mismos, aunque no están lejos de hacerlo. PwC estima que en los próximos tres a cinco años esto será posible y su artífice será la inteligencia artificial (IA).
La combinación de IA y el 5G favorecerá la aparición de una generación nueva de dispositivos que reedefinirá la palabra inteligente porque las interfaces de usuario se basarán más en la voz y el tacto podría desaparecer y las necesidades de los usuarios serán satisfechas anticipándose a sus intenciones, según el estudio The smarter phone.
Los teléfonos serán más proactivos, pues no se tendrá que dar indicaciones para que se lleven a cabo determinadas acciones. Actualmente, Luis puede organizar su viaje por medio de varias aplicaciones, pero en el nuevo escenario no las necesitará, ni tampoco requerirá de una interfaz para interactuar con su dispositivo.
Hace dos décadas las teclas de los smartphones eran las herramientas con las que se contaba para acceder a menús, enviar mensajes o marcar algún número telefónico. Posteriormente, arribaron las pantallas táctiles, a las cuales costó acostumbrarse, toda vez que no siempre la respuesta era óptima respecto a las órdenes que daban los dedos.
Ahora la voz puede ser literalmente, “la voz cantante” porque Google puede solucionar una duda pulsando el ícono del micrófono, Whatsapp permite que se responda a un mensaje sin tener que teclear nada. El siguiente paso será una interfaz que no requiera de ella. Cuando ello ocurra, la acción solicitada por el usuario se desarrollará automáticamente mediante una conversación, un gesto o una interfaz de IA.
Esa interfaz se encargará e interpretar actitudes, comportamiento y hábitos de los individuos, como lo hace ya el Huawei P20 Pro con las fotografías; liberándonos de muchas tareas cotidianas, entre ellas, seleccionar la aplicación adecuada para lo que se quiera llevar a cabo. El uso de la IA se anticipará al usuario, quien no tendrá que seleccionar ni descargar ni instalar alguna aplicación.
El estudio afirma que desde su origen el teléfono inteligente ofrece una forma tonta de inteligencia, debido a que es una inteligencia asistida y no automatizada, además de que responde a solicitudes específicas, en lugar de anticipar necesidades más amplias y cumplirlas por medio de la automatización inteligente.
Gracias a la IA se podrían conocer los hábitos y gustos de los usuarios, así llegado el momento, el dispositivo de Luis sabrá que un fin de semana es insuficiente para celebrar ese aniversario, así que consultará la agenda y verificará que si no tiene ninguna reunión de trabajo puede solicitar unos días de vacaciones a su jefe y alargar su festejo.
Así, la IA se transformará en asistencia automatizada. Sin embargo, también puede originar riesgos como es la pérdida de empleos o un monitoreo todavía más excesivo de las actividades de los individuos por parte de entes públicos o privados.